Historias sobre los maravillosos cuernos de los unicornios


A la mitad de los animales que no existieron jamás, atribuyéronseles cualidades sobrenaturales. Así, del unicornio, que figura en el escudo de armas de algunas naciones, creíase que poseía un mágico poder en el cuerno. Los hombres emprendían largas peregrinaciones en busca de este animal, que, según fama común, habitaba en Arabia, en la India y en Marruecos. Nadie que usase vestidos propios de hombre podía acercarse a él; y para lograrlo era preciso disfrazarse de mujer joven, perfumarse los vestidos e instalarse en su guarida. El unicornio, atraído primero y embriagado luego por la fragancia, se aproximaba, recostaba la cabeza en el regazo de la supuesta doncella y se quedaba dormido. Entonces el cazador no tenía más que asirlo del cuerno y, dando un fuerte tirón, se quedaba con éste en la mano. Como a veces, sin embargo, se juzgaba esta operación demasiado arriesgada para un hombre solo, el cazador disfrazado atraía hacia sí al unicornio, y los otros, que se habían ocultado previamente, se arrojaban sobre el animal para arrancarle el valioso y codiciado apéndice frontal.

No hace a nuestro propósito exponer los medios de que se valieron los hombres de aquella época para que sus oyentes creyeran esta historia; pero lo cierto es que tenían la osadía suficiente para referírsela y para mostrarles luego el supuesto cuerno del fabuloso unicornio.

Un escritor del siglo xvi hace mención de uno que vio en la corte de Isabel de Inglaterra, y cuyo valor, según asegura, era de 250.000 pesos oro. En el mismo siglo se conservaban en el archivo de Bayreuth, en el castillo de Plassen, cuatro de esos fabulosos cuernos; uno de ellos había sido dado a los margraves de Bayreuth por Carlos V en pago de una gran deuda, y por el mayor ofrecían los venecianos aun en el año 1559 la suma de 30.000 cequíes (6.000 pesos oro) sin lograr ni a tal precio que se les cediera.

¿Qué era, en realidad, este cuerno del unicornio? ¡Simplemente un cuerno o colmillo de narval, que tiene una estría en forma de hélice! El rinoceronte suponíase que poseía algunas de las cualidades del unicornio; y el intrépido explorador Marco Polo dijo que no atacaba con el cuerno, sino que raspaba las carnes de su víctima hasta llegar a los huesos con su temible lengua, toda cubierta de púas.