Los dioses que poblaban los mundos inferiores


Las regiones infernales, situadas bajo tierra, conservaban en su seno a los muertos. Estas regiones eran Erebo, Infierno, Tártaro y Elíseo.

Tártaro era el palacio de los dioses del mundo inferior y su comitiva. Ocupaba una gran extensión en el seno de la Tierra, y estaba rodeado de una triple muralla de bronce. Ningún ser vivo podía penetrar en él.

Elíseo era la residencia de las almas virtuosas, una vez muertas. Algunos antiguos colocaban al Elíseo en una isla africana, otros en Italia.

El nombre “Campos Elíseos”, de los jardines de París, proviene de los campos de Elíseo.

El Infierno, lugar terrible con toda clase de torturas y castigos, se suponía que estaba rodeado de fuego, terribles pantanos y ríos de agua hirviente, que no dejaban ninguna esperanza de escapatoria a los que a él iban.

Erebo era el lugar subterráneo más cercano a la Tierra, el camino al Infierno o al Elíseo. Los antiguos creían que las sombras de los desgraciados que no habían sido sepultados vagaban por espacio de cien años por el Erebo, antes de conocer el lugar que se les había destinado.

Estigia era una famosa laguna que circundaba al Infierno. Sus aguas fangosas corrían por las más oscuras tierras. Los dioses siempre juraban en la Estigia.

Aquerón o Aqueronte era un río infernal. Estaba representado por un anciano ataviado con ropas húmedas, y a su lado, generalmente, hay una lechuza.

Cocito era otro río infernal, tributario del Aquerón. Esta corriente se  suponía que estaba formada por las lágrimas de los malos. También era llamada el río de las lamentaciones.

Plutón era el hijo tercero de Saturno y Rea, a quien las regiones inferiores le fueron dadas cuando a Júpiter le dieron los cielos y a Neptuno el océano. Plutón vivía en Tártaro. Debido a su horrible fealdad, nunca pudo encontrar esposa y raptó a Proserpina, a la que hizo reina. Su atributo es el ciprés de reina, el cual está formado de tupido follaje, que es el símbolo de la melancolía y del dolor.

Los antiguos creían que nadie podía morirse sin que Proserpina, la linda muchacha a quien Plutón raptó para hacerla su reina, con la ayuda de Átropos cortase el hilo de su vida.

Caronte, un hijo de Erebo y de Nox (la Noche), conducía las sombras de los muertos a la Estigia o al Aquerón. Caronte era un viejo malo, y los que no tenían dinero, no podían viajar en su bote. Por esta razón los antiguos nunca dejaban de poner dinero en la boca de sus muertos. Aquellos que no habían sido enterrados no podían hacer la travesía en su barca, y la leyenda los supone vagando durante cien años, por los bancos del río o el Erebo. A Caronte lo pintan con una vestimenta lúgubre, manchada con las sucias y descompuestas aguas del fangoso río. Aparece, de pie en su barca, empuñando los remos.

Cerbero, el perro de tres cabezas de Plutón, era el guardián de la entrada del infierno. Su misión consistía en vigilar que los muertos no se escapasen de la prisión, y evitar que los curiosos entrasen en él antes de morir. En las medallas antiguas Cerbero aparece de pie junto a Plutón; pero, en los edificios, generalmente se le ve encadenado al lado de Hércules, que lo arrastra hacia los mundos inferiores.