LOS OBJETOS DE CERÁMICA


Entre las cosas más útiles que diariamente usamos, se cuentan, sin duda, los utensilios de loza de la cocina y los platos bellamente decorados que tanto concurren a dar a nuestras mesas un aspecto atrayente y agradable. Justamente por el hecho de verlos todos los días y de poder obtenerlos con gran facilidad, raras son las personas que se toman el trabajo de pensar cómo se hacen y cómo fueron inventados esos objetos. Con todo, la fabricación de bonitos platos y tazas o de simples utensilios que dan a la cocina ese aspecto de aseo, y los materiales de que están hechos, tienen una historia larga y casi romántica, que se identifica con la historia de la civilización.

Juntamente con el uso del arco, la flecha y el fuego, el hombre primitivo descubrió que la tierra y muchos de sus elementos, una vez mojados, pueden ser moldeados. Pero allí no paró el descubrimiento de nuestros remotos antepasados, que pronto comprendieron que algunos de esos materiales podían ser calcinados y que bajo la influencia del calor quedaban duros para siempre. Éste fue uno de los descubrimientos más importantes del hombre primitivo, y le permitió hacer hervir el agua, conservar alimentos y cocinarlos. Esto, que nos parece tan sencillo, requirió siglos y tal vez milenios para que fuera conseguido, y cualquier objeto de cerámica, una taza o un valioso jarrón, que hoy podemos comprar, sintetiza en el proceso de su fabricación los esfuerzos de la humanidad a través de su historia para conquistar las comodidades que hoy disfrutamos.

Parte del material utilizado en alfarería viene de las entrañas de la tierra. Las rocas formadas hace millones de años fueron, poco a poco, por la acción constante de la temperatura, el viento y el agua, disgregándose en parte; porciones de ellas transformáronse en polvo que., depositado en las depresiones de la corteza terrestre, formó la arcilla blanca, llamada caolín, sin la cual nunca se podría haber hecho nuestra linda y fina taza de porcelana. Pero no es necesario emplear esta arcilla en la fabricación de todas las lozas u objetos de alfarería o cerámica. Muchos de ellos son hechos con arcillas de buena calidad, de color, y la mayor parte de las lozas más ordinarias se hacen con arcillas que, no obstante no servir para fabricar objetos de cerámica fina, tienen la plasticidad requerida para la confección de esos recipientes que se emplean tanto en nuestra vida cotidiana.

Satisfecha la necesidad de poseer un objeto útil, la imaginación del hombre, que no descansa, se preocupó por adornarlo y darle apariencia agradable. Aquí, sin duda, comienzan las incipientes manifestaciones del arte primitivo. Aunque a los primeros artesanos no les era dable alterar el color de la arcilla, pues nada sabían de esmaltes, podían grabar con puntas de piedra los diseños que la vida y la religión les sugerían. Como la arcilla cocida es difícilmente destruida por los elementos naturales, muchos de los documentos que poseemos del pasado se han conservado gracias a este medio. Por ello, la mayoría de las piezas que se admiran en los museos no sólo son testimonio de las necesidades o del ingenio de los hombres, sino también de su historia.

El aprovechamiento de la arcilla data de la más remota antigüedad; tan remota que nadie sabe cuál fue el pueblo que primero aprendió a hacer vasijas de barro.

En los grandes museos se encuentran vasos y á aforas de formas elegantes, hallados en las tumbas egipcias, donde fueron enterrados tal vez hace seis mil años y que nos suministran elementos importantísimos para el estudio del grado de civilización alcanzado por aquel país cuatro mil años antes de nuestra era.

Los asirios y babilonios fueron peritos en este arte, y se han hallado objetos de alfarería de tiempos anteriores a los romanos en los territorios que habitaron ambos pueblos.

Los egipcios sabían hacer un hermoso vidriado para sus objetos de cerámica hace ya millares de año¿. Créese que fueron ellos los primeros que aprendieron este arte y que lo enseñaron a los asirios y babilonios. Parece que los griegos no conocían esta especialidad porque, a pesar de que sus vasos son muy bellos, no estaban vidriados.