El diamante, correspondiente a abril, es la más rutilante de las piedras preciosas


El diamante, la más fulgente de las piedras preciosas, está formado por un solo elemento químico, el carbono puro, el mismo que compone a la hulla y al grafito, pero cristalizado de distinta manera. En sánscrito su nombre también significaba rayo, fuego y sol. En griego es además, esto es: invencible, porque raya a todos los cuerpos y no es rayado por ninguno. Tanto es así, que en la escala de Mohs, usada para medir la dureza de los minerales, ocupa el diamante el extremo superior, siendo dicha escala la siguiente: 

1- talco
2- yeso cristalizado
3- calcita cristalizada
4- fluorita
5- apatita
6- ortosa
7- cuarzo
8- topacio
9- corindón
y 109 diamante, el de mayor dureza.

Antes de ser tallado y pulido, el diamante no tiene belleza alguna. Suele hallárselo en las arenas o en el cascajo diamantíferos; pero en África del Sur se lo encuentra en la roca llamada kimberlita. En este último caso se lo extrae más fácilmente, y tiene menor brillo. Las piedras más valiosas son las incoloras, llamadas de “primera agua”; pero existen diamantes azules, verdes, rosados, amarillos y negros o carbonados. Una lima puede cortar un diamante falso, mas no uno verdadero. Colocado en una copa de agua, este último tiene un aspecto límpido, en tanto que las imitaciones, por buenas que sean, deslucen.

Los diamantes de grandes dimensiones son raros. Casi todos ellos tienen historias trágicas llenas de intriga y peripecias.

El diamante Orlov, de 194,75 quilates, fue en un principio el ojo de una estatua, en un templo brahmán de Misore, en la India. Un soldado francés lo robó y huyó, pero a su vez fue despojado de él por el capitán de un barco inglés, quien lo vendió en Londres a un comerciante, y a éste se lo compró el príncipe Orlov para regalárselo a la emperatriz Catalina II de Rusia.

El diamante Hope es el mayor diamante de color azul que se conoce. Su dueño fue el banquero Hope. Tenía extraordinario valor, a pesar de ser de sólo 44 quilates.

El diamante Excelsior, de 971,75 quilates, fue, durante algún tiempo, el más grande del mundo. Su talla dio origen a 21 brillantes.

En 1701, un esclavo negro descubrió en la India un gran diamante de 410 quilates: lo ocultó entre sus vestidos y se embarcó en un navío rumbo a Europa; pero fue robado por el capitán, quien arrojó al esclavo al mar. El diamante se vendió varias veces, y así fue a dar a manos del duque de Orleáns, regente de Francia; por eso se lo conoce con el nombre de Regente. Luego de la Revolución Francesa, las joyas de la corona fueron depositadas en una sala, donde cualquier ciudadano podía admirarlas y tocarlas. Entonces alguien lo hurtó, y años después se lo descubrió enterrado en los Campos Elíseos. El Primer Cónsul Napoleón lo empeñó; posteriormente, ya emperador, lo usaba engastado en el puño de su espada.

El diamante Koh-i-noor, nombre que significa “montaña de luz”, remonta su historia al año 1304, cuando el emperador mongol era su poseedor. Es el más antiguo de los diamantes conocidos. Según una leyenda, perteneció al famoso Trono de los Pavos Reales del Preste Juan, que era de oro macizo. Estuvo en poder de la Compañía de Indias y fue ofrecido en 1850 a la reina de Inglaterra por las tropas inglesas que saquearon a Lahore. Pesaba 186,50 quilates y hoy está en el castillo de Windsor.

El diamante Sancy, o Esfinge, de 54 quilates, perteneció a Carlos el Temerario, duque de Borgoña. Un soldado se lo robó. Después de diversas peripecias, fue a pertenecer a Nicolás de Sancy, un noble hugonote. No se conoce su paradero actual.

Una negra, que lavaba la ropa a orillas del río Bagagem, halló en 1853, entre los guijarros que arrastraba la corriente, un diamante. Se trataba del Estrella del Sur, el mayor diamante brasileño (254,50 quilates).

Los más bellos diamantes del mundo son los que se hallan en la India, la Unión Sudafricana y Brasil. En este último país existen en Diamantina, Abaeté y Gran Mongol, aunque también han sido descubiertos en San Pablo, Bahía y Mato Grosso. En 1895 se encontró en Bahía el mayor diamante negro de Brasil: pesaba 3.150 quilates.

El diamante más grande que se conoce actualmente es el Cullinan, que pesaba, antes de ser tallado, 3.025,75 quilates. Fue adquirido en 1907 por el gobierno de Transvaal para ser obsequiado al rey Eduardo VII de Gran Bretaña. Tres años después era tallado y dividido en nueve grandes piedras y algunos brillantes menores; las dos gemas mayores están en el cetro y la corona de los reyes de Gran Bretaña y pesan 516 y 309 quilates.

Existen otros diamantes de tamaño excepcional: el Estrella de África del Sur, el Victoria, el Estuardo, etc., pero sus historias no son tan interesantes como las que hemos relatado.

Es curioso el hecho de que piedras tan magníficas, símbolos de riqueza, lujo y esplendor, han sido talladas, en su mayoría, en humildes casas de las calles más míseras de Amsterdam, donde se encuentran los más célebres lapidarios del mundo.