La sal fue motivo de superstición entre los pueblos antiguos

Debido a sus propiedades terapéuticas, la sal ha sido objeto de gran número de supersticiones entre los pueblos primitivos, mientras que en algunas religiones entra como materia litúrgica. El vínculo que crea, en Arabia y otros países, el acto de comer sal en compañía es altamente sagrado, por lo cual llegó a merecer el nombre de comunión de la sal, signo máximo de hospitalidad entre esos pueblos orientales. La sal tiene, además, cierta analogía con la sangre y los alimentos fuertes, y, por lo tanto, con los metales duros.

Algunos autores han supuesto que los pueblos primitivos que desconocen el uso de la sal suplen la falta de ella, en los manjares, con la sangre bien fresca.

En las costumbres medievales, la sal separaba a los individuos de la familia de los de la servidumbre, ya que a ésta le estaba vedado el uso de tal condimento. En el fresco de Leonardo da Vinci que representa La Última Cena, se distingue a Jesús por el salero que el apóstol traidor derramó. La sal, además, ha entrado como material en los sacrificios, indicando la analogía de los manjares sagrados con los ordinarios; los griegos espolvoreaban con sal la cabeza del animal durante el sacrificio.

La sal tuvo uso muy frecuente en la magia protectora y curativa. Entre las mujeres de algunos pueblos orientales, las madres jóvenes se lavan diariamente con agua salada, en la creencia de que es una protección contra el sortilegio. Los árabes de Marruecos la esconden en la oscuridad, a fin de ahuyentar los malos espíritus, y en los países nórdicos la ponen cerca de las cunas para proteger, mediante ella, a los niños de toda mala influencia.

La sal se emplea en muchos pueblos no civilizados para curar numerosas enfermedades y como medio para librar de los conjuros y maleficios, y, como la sangre y el hierro, es un elemento favorito para los juramentos. Entre los primitivos teutones, el que juraba hundía el dedo en la sal y luego pronunciaba el juramento.

Es interesante recordar que hubo un tiempo en la historia de la humanidad en que a los trabajadores y soldados se les pagaba una parte de sus jornales en sal, costumbre que perduró en Roma hasta la época imperial, en que comenzó a pagarse totalmente con moneda. De aquella costumbre nació la voz salario, del latín salarium -paga, sueldo, recompensa del trabajo-, que se forma de sal, salís; de la misma manera que mercenario se formó en el tiempo en que se pagaba con mercancías o mercerías, y sueldo, soldada, soldado, de la época en que se pagaban los jornales con la moneda llamada sueldo.