El acero que se emplea para hacer herramientas cortantes


El “acero de crisol” es conocido con este nombre porque se funde en una vasija o crisol de grafito. También se lo llama “acero carbonado”, porque contiene más carbono que cualquier otra clase de acero; “acero fundido”, porque se funde en lingotes a los que se martilla para darles formas adecuadas; y “acero de herramientas”, porque se fabrican con él la cuchillería de mesa, las navajas, las limas y los instrumentos de cirugía.

El procedimiento usual para obtener ese acero es sumamente sencillo, pero se requiere tener mucho cuidado mientras se verifica la fusión. El hierro afinado se coloca en un crisol de grafito, junto con una cantidad determinada de carbono. El crisol se introduce, entonces, en un horno de cerca de un metro de profundidad, revestido interiormente de ladrillos refractarios. El combustible empleado para fundir el metal es el gas del alumbrado, calentado previamente del mismo modo que en los hornos de hogar descubierto. El metal tarda en derretirse unas tres horas, en el transcurso de las cuales la temperatura del horno se eleva a más de 1.600 grados centígrados. Como fácilmente se comprenderá, los operarios que se dedican a esa clase de tareas han de tener mucha práctica. Sólo trabajan de cuatro a cinco horas diarias, durante las cuales han de llevar un traje de amianto a fin de resguardarse del calor que despiden los crisoles cuando los sacan del horno. Así y todo, es preciso que tengan una constitución robusta, para resistir calores tan intensos. El precio elevado a que se cotiza el acero de herramientas es debido a esa dificultad que hay en manejar el metal fundido en el preciso momento que conviene y a la destreza y resistencia física que ello supone en los operarios.