Orígenes de las relaciones internacionales


Desde las épocas más remotas nos llega el eco de las luchas entre clanes primitivos y luego entre tribus, cuando los guerreros pintaban sus rostros y sus escudos, y usaban cascos que les daban aspecto terrorífico, para infundir espanto a los adversarios. Las aldeas arrasadas, los muertos, los heridos, los prisioneros que pasaban a ser esclavos, eran el saldo del combate. Aún después de haber evolucionado hasta convertirse en monarquías o en imperios, no dejaron los pueblos de acudir a los campos de batalla para resolver sus diferencias.

Pero la predisposición de los hombres hacia el bien afianzó paulatinamente costumbres tendentes a atenuar los efectos de la guerra. Se pusieron en práctica procedimientos tales como la negociación entre gobiernos, destinada a buscar soluciones que eliminasen las causas de los conflictos; el arbitraje, según el cual una personalidad extranjera era designada por los países litigantes para resolver una controversia; los tratados, que fijaban condiciones de entendimiento; el derecho de asilo, de carácter inviolable; el intercambio de enviados entre los gobiernos, con el propósito de aumentar el conocimiento recíproco de los pueblos, favorecer las relaciones comerciales y aclarar cualquier tipo de equívoco.

De las luchas entre los hititas, antigua civilización de Anatolia, y los egipcios, surgieron los primeros acuerdos internacionales que se conocen. Los delegados del faraón Ramsés II y del rey Khatusü III firmaron, el año 1272 a. de J. C, un tratado de paz en el cual se convino que no habría hostilidades entre ambos monarcas, ni invadirían jamás sus respectivos dominios, y además se aseguraba el mutuo apoyo contra enemigos comunes. Los dioses egipcios y las divinidades hititas fueron puestos por testigos del pacto, y se maldecía a quienes lo violasen. Ramsés hizo grabar el texto, en escritura jeroglífica, en los muros del templo de Karnak, y los hititas, a su vez, en láminas de plata.

Otros pueblos admitieron sucesivamente el respeto a los acuerdos internacionales v se unieron en alianzas para defenderse de quienes intentaban avasallarlos; pero correspondió a Grecia, nación que produjo tan notables pensadores, la idea de crear una asociación o liga de estados. Las relaciones entre las ciudades de origen griego ofreció el primer ejemplo de lo que más tarde sería la organización internacional. No sólo se unieron con fines defensivos, sino que socorrían a los afectados por algún desastre. En general, los extranjeros eran vistos con recelo en la antigüedad; dieciséis siglos a. de J. C, el faraón Akhnatón proclamaba la hermandad de los hombres, cualquiera fuese su origen, por ser todas criaturas hijas de Atón; y Alejandro Magno manifestó, trece siglos después, que la concordia entre pueblos distintos era posible. Los filósofos griegos pensaron en crear un solo Estado en el mundo, en el cual todos los pueblos se gobernasen por leyes iguales. En Roma los ideales griegos tomaron consistencia. Los extranjeros tuvieron prerrogativas parecidas a las que poseían los ciudadanos, y fue formándose un derecho al que se llamó de gentes, común a todos los pueblos.

El cristianismo, con su doctrina de amor y de paz, y su afirmación de que la humanidad está integrada por hombres creados a imagen y semejanza de Dios, inició una nueva etapa en las relaciones entre los pueblos, cuyo mayor lazo de unión era la religión común.

Las invasiones soportadas por Europa durante la Edad Media, así como las Cruzadas y las guerras entre estados o entre los señores feudales, no favorecieron el entendimiento internacional. Fue durante el Renacimiento, iniciado a principios del siglo xv, cuando el auge de la cultura y el aumento del comercio abrieron nuevas posibilidades a las relaciones entre los países. En particular, el descubrimiento de América amplió en forma verdaderamente insospechada el panorama del mundo.