Las extraordinarias cualidades de los caballos


Otro de los animales de más claro instinto es el caballo. Fuerza, nobleza, energía, valor, exacta comprensión de los mandatos de su amo y placer en someterse a ellos; tales son sus cualidades más estimadas. Es este animal sobrio, agradecido y generoso; hay en él cierto fondo de dignidad o de orgullo que no consiente rivalidades ni en valor, ni en fuerza, ni en resistencia, pues prefiere morir a ceder ante el adversario; se identifica con su dueño, participando de sus sentimientos y adivinando sus intentos a la más leve indicación, y le obedece con entera abnegación y lealtad.

Se cuenta que habiendo muerto un rey escita, en un combate singular, su caballo pisoteó y desgarró con los dientes al vencedor, que se había acercado a despojarle.

No obstante la gran utilidad que este animal reporta, son muchos los que no lo tratan con la consideración debida y lo someten a rudos castigos.

En un pueblo de Suiza había cierto señor que tenía por costumbre maltratar a su caballo, golpeándole despiadadamente y haciéndole padecer hambre y sed. El animal le tomó ojeriza, y se resistía a obedecerle. Una tarde, queriendo el amo llevarle por fuerza a un abrevadero, el caballo se negó a seguirle. Entablóse entonces entre ambos una rabiosa lucha, y, en un momento de descuido del amo, le dio el caballo una coz tan fuerte en la espalda, que lo dejó maltrecho. Muchos de los vecinos, que sabían el cruel trato que daba al caballo, celebraron el hecho; y desde aquel día sirvió este ejemplo para que los moradores del pueblo se portaran mejor con los animales.

El siguiente caso patentiza el delicado sentimiento de lealtad de este generoso servidor del hombre.

Pasaba un lacayo por cierta calle conduciendo de la brida a un caballo, al que tenía gran cariño, cuando, acometido repentinamente de un síncope, cayó bajo las patas del animal. El caballo, en lugar de espantarse y lastimar por descuido a su conductor, se apartó de él con mucho cuidado, acércesele luego, le lamió el rostro y relinchó tristemente. Los que presenciaron la escena no pudieron menos de admirar la lealtad y cariño del noble bruto, y mucho más al ver que trataba de conducirlo a mejor lugar, agarrándolo cuidadosamente con los dientes por el vestido.