¿Qué carateriza a las diferentes clases de suelo?


Los suelos de cultivo más importantes varían en las proporciones de los elementos que los componen, condiciones que son delatadas por el color de la tierra. Así, los suelos ricos en materias orgánicas presentan un color casi negro o castaño muy oscuro, propios de las regiones templadas. Este matiz se aclara un poco en las zonas tropicales. Los terrenos que abundan en compuestos ferrosos son, comúnmente, rojos, aunque también pueden ofrecer un tinte amarillo y aun gris, si se hallan mojados. Por último, los suelos casi blancos contienen muchas sales en disolución, principalmente de calcio y potasio.

Otro factor importante que caracteriza a las diferentes clases de suelos es el monto de sustancias orgánicas que reciben en su superficie e inmediatamente debajo de ésta, según las regiones geográficas. En efecto, entre las líneas de ambos trópicos, la corteza terrestre recibe más constantemente los residuos o detritos de la vida, las hojas, los cadáveres de toda clase de animales, los abonos, que se transforman rápidamente en un medio tan propicio, produciendo suelos fertilísimos. Las copiosas lluvias habituales en las regiones mencionadas aceleran aun más el proceso de formación de nuevas capas de suelo, de tierra negra o arcilla roja, según el sitio de que se trate.

Todos los suelos aptos para el cultivo contienen proporciones variables de cierta especie de partículas extremadamente finas, de índole mineral u orgánica, llamadas coloides, palabra que deriva del griego kolla y significa “goma” o “cola”. Estos coloides tienen una importante misión que cumplir en los procesos químicos subterráneos: actúan como adhesivos de cuerpos que sin su presencia terminarían por disgregarse.