Para trazar buenos mapas hacen falta mejores relojes


Estamos ya en pleno Renacimiento. Las estatuas de la Grecia clásica han vuelto a la luz; también lo han hecho muchas de sus ideas. ¿Qué tiene de extraño que se resuelva adoptar el sistema de meridianos y paralelos de los geógrafos griegos? Pero ahora se dispone del anteojo del famoso Galileo Galilei, que facilita las observaciones astronómicas mediante las cuales se conoce la latitud. la longitud se puede obtener por la observación de eclipses, pero esto es más difícil. Como es mucho más sencillo hallar la latitud, los mapas de esta época aparecen con todas sus proporciones correctas en la dirección vertical pero con grandes errores en sentido horizontal. Su aspecto sugiere la idea de que estuvieran dibujados sobre una lámina de goma y alguien la hubiese estirado, deformándolos.

La imperfección de estos mapas pone en evidencia que es necesario disponer de un método sencillo para hallar la longitud.

En Bélgica, siete años después de haber dado Elcano la vuelta al mundo, Gemma, un médico y matemático que ha meditado mucho acerca de la redondez de la Tierra, propone un nuevo medio para hallar la longitud en alta mar. Y aquí se entrelaza de nuevo la historia de los mapas con la de la relojería. El nuevo método consiste en conservar en los barcos la hora del punto de partida, mediante un buen reloj. Sabemos que la hora de cada lugar se obtiene observando las estrellas por medio de instrumentos apropiados. Luego de navegar un trecho, la hora de las estrellas ya no es la misma que la del reloj. Restando ambas, obtenemos la longitud recorrida. La necesidad de conservar fielmente la hora a bordo a pesar de los vaivenes de la nave, estimuló la invención de nuevos tipos de relojes[ En 1735 el inglés J. Harrison construyó su primer cronómetro marino, que colocó a Gran Bretaña a la vanguardia en la confección de cartas marinas.