Las plantas aguardan a que el sol traiga la sazón oportuna para brotar del suelo


A fines de otoño, las plantas bulbosas comienzan a echar nuevas raíces; y como están ya formadas sus hojas y sus capullos, aunque son todavía muy diminutos y se hallan ocultos dentro del bulbo, se disponen a perforar la tierra, dando salida a las hojas. Pero antes de llegar a la superficie se dan cuenta de que hace mucho frío, encontrándose muchas veces con que está helada dicha superficie, y entonces descansan algún tiempo. Luego, cuando viene el deshielo, el agua cálida de las lluvias primaverales penetra en el suelo, las plantas saben que pueden salir, y rompen la superficie.

Puede que entonces vuelva el frío, pasándose días y semanas sin que asomen más que las puntas de las hojas; pero en cuanto se consolida el tiempo benigno, las hojas crecen rápidamente, los capullos aparecen y no tardan en abrirse al sentir las primeras caricias de los rayos solares.

No hemos de figurarnos que se forman los capullos poco antes de que deban abrirse. En el caso de las plantas anuales que vemos en los jardines, y cuyas semillas no suelen sembrarse hasta los primeros meses de la primavera, no es posible que los capullos empiecen a formarse con mucha anticipación; pero en cuanto a las plantas perennes, como los árboles y arbustos que florecen en la primavera, no cabe duda de que las flores se formaron ya dentro de sus capullos en el otoño anterior.