Las vizcachas viven juntas en pequeñas ciudades que contruyen debajo de la tierra


Para esto abren primero una zanja, que parte recta de la madriguera, a lo largo de la cual conducen la tierra. Después construyen otra zanja que, partiendo del extremo de la primera, se desvía hacia la izquierda; luego cavan una tercera que, empezando también en la extremidad de la primera, se desvía hacia la derecha, de suerte que los senderos que conducen a estas construcciones subterráneas tienen la forma de una Y.

Construyen numerosos corredores subterráneos, que conducen a amplias cámaras, de las que parten nuevos corredores, a la terminación de los cuales puede haber otras espaciosas habitaciones. Cuidan mucho de que alrededor de la entrada de la madriguera la hierba esté siempre cortada al ras de la tierra, a fin de poder descubrir fácilmente la aproximación de cualquier enemigo. Llegan a formar verdaderas ciudades, que comunican unas con otras, y viven en la más perfecta armonía y amistad. Si sobreviene un accidente que deja aprisionadas las vizcachas de una ciudad, cuéntase que acuden al punto en su socorro las de la ciudad inmediata. Los habitantes de las distintas ciudades se visitan entre sí, pero jamás se atreven los unos a penetrar en las madrigueras de los otros.

De esta suerte vivían en las llanuras las vizcachas mucho antes de que los hombres estableciesen en ellas sus estancias y chacras. La constante corta de hierba que efectuaban estos animalejos fue causa de que los pastos se conservaran tan ricos y abundantes, tan sustanciosos y finos; y a ellos deben los estancieros actuales, en gran parte, el poder apacentar hoy sus ganados en las dilatadas llanuras de la República Argentina.

Pero las vizcachas no pueden permanecer en las proximidades de los territorios habitados por el hombre. Cierto que a ellas es debido, en parte, que los pastos sean hoy día tan ricos y abundantes; pero consumen tan gran cantidad de ellos, que no dejan lo suficiente para que pueda alimentarse el ganado. Por eso, y por lo molestas que resultan las vizcacheras, son perseguidas encarnizadamente, y tienen que escoger entre ausentarse o perecer, siendo éste un nuevo caso en que los animales estuvieron ejecutando una labor importante que la Naturaleza habíales encomendado, hasta que llegaron los hombres, con sus animales domesticados, reclamando para éstos todo el pasto que la tierra podía producir.

No hemos de pasar en silencio otra cosa notable relativa a las vizcachas. Gustan éstas de adornar las puertas de sus viviendas. Recogen todo lo que encuentran: huesos, trozos de piedras y toda clase de objetos. Si alguien pierde alguna cosa cerca de los parajes donde estos animales habitan, debe ir directamente a buscarla a las vizcacheras, seguro de hallarla en alguna de ellas.