La pequeña cabaña del castor y el túnel que a ella conduce


Edifican una casa que tiene el aspecto de una cabaña pequeña, empleando en su construcción los mismos materiales que en la represa: troncos y ramas de árboles, lodo y piedras, cuidadosamente ligados y recubiertos después con una espesa capa de fango. Cuando hiela, adquiere este fango la dureza de una roca, y el castor se halla protegido contra los ataques de sus enemigos. Pero ¿cómo entra y sale el castor de su vivienda? Por tierra, desde luego, no hay acceso, pues ya tiene él buen cuidado de evitar que por esta vía sea posible llegar a su morada. Construye dos túneles, que van desde su habitación hasta el agua: el uno es utilizado en circunstancias ordinarias; y el otro, que va a desembocar cerca del fondo, sirve cuando se hielan las capas superiores del estanque. Por este último túnel sale en invierno, para encaminarse al depósito de cortezas y ramitas que ha ocultado debajo del dique.

El interior de la vivienda es notable por su orden y limpieza; mide aproximadamente un metro de altura, desde el piso hasta la parte superior, y de 1,80 a 2,40 metros de ancho, siendo su techo y paredes muy espesos, de suerte que la casa viene a ser una especie de pequeña fortaleza. El suelo está cubierto de ramitas y de hierbas, que sirven de alfombra y de cama; y en este modesto hogar disfrutan el padre, la madre y los hijos de la comodidad y ventura a que su laboriosidad y destreza los hacen acreedores.

Al presente no abundan los castores, porque sufrieron por espacio de mucho tiempo tan constante persecución por parte de los cazadores, que han desaparecido casi en absoluto de la proximidad de los lugares habitados por el hombre.

Con el pelo de este interesante animal se fabrican sombreros, y de su piel se hacen abrigos de señora, zapatillas, chalecos, etcétera.