La facultad extraordinaria que poseen los murciélagos


Al revés de lo que observamos en la mayoría de los animales nocturnos, los murciélagos tienen los ojos muy pequeños, y en realidad apenas hacen uso de ellos durante sus correrías. Algunos hombres de ciencia han hecho repetidas veces el experimento de taparle los ojos a un murciélago y soltarlo en una habitación atravesada con hilos, alambres y otros obstáculos, y se ha visto que el animalito volaba por entre ellos con toda facilidad y sin el menor tropiezo, demostrando no necesitar del sentido de la vista para conocer la proximidad de los objetos y orientarse entre ellos.

El misterio de este fenómeno dio mucho que hablar a los sabios, hasta que se descubrió recientemente, gracias a la invención de un aparato que se llama “detector supersónico”. Con la ayuda de este aparato se ha averiguado que, mientras vuela, el murciélago lanza sin cesar unos chillidos de nota tan alta, que no hay ser humano capaz de percibirlos. Su oído, por otra parte, es mucho más agudo que el nuestro, y la forma en que percibe el eco de su propia voz al reflejarse contra un objeto cualquiera, le indica si debe desviar o no su vuelo. Es exactamente el mismo principio en que se basa el radar, que en la última guerra permitía conocer la proximidad de los aviones y submarinos enemigos; pero el murciélago disponía del radar muchos miles de años antes que el hombre. Además se cree que la constitución de sus alas, surcadas de una red de nervios les da una sensibilidad especial.

Los murciélagos, lo mismo que las aves, tienen temperatura elevada; pero hay entre unos y otros una gran diferencia. El ave muere en cuanto le falta el calor que necesita; y el murciélago, por el contrario, puede perder casi su calor cuando duerme durante el invierno, sumergiéndose en un sueño tan profundo que parece estar muerto. Deja en apariencia de respirar, y su cuerpo, que en verano tiene una temperatura alta, se siente frío al tocarlo. Para dormir se refugia en grutas, tejados o árboles perennes.