Un gibón que robaba el jabón de su amo


Los gibones quieren mucho a sus pequeños; con frecuencia puede verse cómo los llevan junto a un arroyo y les lavan sus extrañas caritas. Había un gibón domesticado que solía jugarle a su amo todo género de malas pasadas. Una de ellas consistía en aprovecharse de que éste se hallara distraído, para robarle el jabón. Su amo estaba un día escribiendo y haciendo como quien no nota nada, pero vio muy bien que el pícaro mono se apoderaba del jabón y se lo llevaba sigilosamente al otro extremo del aposento. Entonces lo reprendió, aunque sin dar muestras de mucho enojo, y el gibón, avergonzado, cruzó de nuevo la estancia y puso el jabón en el lugar de donde lo había tomado.

Pasaremos ahora a tratar de los demás monos, de los cuales hay especies muy diversas. Para nuestro propósito los dividiremos en dos grandes grupos: los oriundos de América, y los que viven en el Asia y África. Se los distingue fácilmente a simple vista, pues los monos americanos tienen la nariz! ancha, mientras que los asiáticos y africanos la tienen estrecha.

En Borneo existe un mono de los más extraños, por su larga nariz de polichinela, lo que le ha valido el nombre de násico, es decir, narigudo. Lo más curioso es que, cuando joven, tiene una naricilla corta, y hasta graciosa, la que luego le crece al envejecer. Los monos de América tienen dos dientes más que los de Asia o de África, y que los seres humanos. Hay, además, otra diferencia: el mono americano se vale de la cola para trepar por los árboles, como si fuera una mano, cosa que no pueden hacer los monos de Asia o de África.