Corrientes migratorias, choques y extraña mezcla de faunas


No sólo por la variedad de elementos vivos y la diversidad de las corrientes migratorias es notable esta tercera etapa recién aludida, sino también porque se produjo después de un larguísimo período, unos 70 millones de años, durante los cuales Sudamérica vivió como una inmensa isla, separada del resto de los continentes. Dada la magnitud de ese lapso, durante el cual sus especies de mamíferos no debieron soportar la competencia de especies venidas de otras regiones, tuvieron tiempo más que suficiente para evolucionar, o sea para convertirse paulatinamente en otros animales distintos, en nuevas especies. Fue la época en que Sudamérica tuvo una fauna exclusiva, característica y autóctona, que la ha hecho famosa entre los zoólogos del mundo entero.

De algunos de sus animales más notables, como los toxodontes, megaterios, gliptodontes, etc., ya hemos hablado. Pero es interesante insistir aún y referirnos a tres grupos muy representativos: los marsupiales, los desdentados y los roedores.

El primer grupo, como hemos visto, es uno de los más antiguos en Sudamérica y fue rico en formas que iban desde los pequeños insectívoros hasta especies carnívoras de regular talla. La mayoría de ellos se fue extinguiendo y sólo nos han quedado varias especies de comadrejas o zarigüeyas.

El segundo grupo, los desdentados, muchos de los cuales, pese a su nombre, tienen fuertes y numerosos dientes, forma también un conjunto característico. Con ellos ha ocurrido algo muy curioso en el transcurso de los tiempos geológicos, especialmente con la familia de los armadillos. Las primeras formas, conocidas desde hace muchos millones de años, eran unos pequeños peludos muy parecidos a los actuales; luego se fueron transformando, y aparecieron las formas gigantescas por todos conocidas, tales como esos acorazados terrestres que fueron los gliptodontes, algunos de hasta 4 y 5 metros de largo. Pero ellos también se extinguieron, y sólo continuaron adelante, en el tiempo, otras formas más pequeñas que dieron origen a los actuales peludos y mulitas. Algo parecido ocurrió con los¡ perezosos; los hubo gigantescos cual elefantes y de hábitos terrestres, tales como el megaterio, hoy sólo representados por esos raros animales que viven colgados de los árboles de cuyas hojas se alimentan.

El tercer grupo, los roedores, ha sido el más numeroso pero también el más homogéneo de todos en tamaño y formas, excepción hecha del llamado Ewmegamys, el más grande roedor de todos los tiempos, del tamaño de una vaquillona. El enorme número de especies de roedores nos indica que en aquel entonces las praderas y pastizales abundaban en Sudamérica.

Pero cuando los últimos inmigrantes, los de la tercera etapa, que ¡venían de Norteamérica, se fueron encontrando paulatinamente con los animales sudamericanos, resultó que, si bien ambas faunas estaban formadas por especies de orígenes distintos, esto es, de diferentes vínculos sanguíneos, en cambio se parecían mucho en la forma de vivir, o sea de actuar en la Naturaleza. Esto creaba situaciones de lucha o competencia, dándose el caso, muy frecuente, de que dos especies de distintos orígenes luchasen por un mismo alimento. Así vemos que los auténticos felinos, como los grandes tigres de colmillos de sable, los esmilodontes, buscaban las presas que también apetecían otros carnívoros sudamericanos, igualmente llamados de colmillos de sable, que en realidad no eran felinos, sino marsupiales que habían evolucionado hacia ese tipo de alimentación. La lucha entre ellos debió de ser terrible, al disputar presas comunes. Perros gigantescos luchaban también contra otras pequeñas «imitaciones” de perros de nuestra fauna, tales los falsos cánidos denominados borhienidos.

El punto culminante de este fantástico proceso comenzó a desarrollarse durante la época del Pleistoceno, o sea al terminar la era terciaria; todo el fenómeno duró alrededor de un millón de años. Debemos hacer notar que, si bien hubo intercambio de faunas entre Norte y Sudamérica, el mismo no fue parejo. Los animales del Norte entraron en gran cantidad, como un alud, casi arrollando a las especies de Sudamérica. No obstante esto, y aunque parezca raro, se produjeron contracorrientes, y muchas especies del Sur pasaron por Centroamérica y alcanzaron los límites boreales de Norteamérica.