La seca y abrigada vivienda del castor en el cauce de los ríos


Pero, en el reino animal, el rey de los artífices que reparten su vida entre el agua y la tierra es el castor. Le gusta el agua para nadar, y necesita poseer una vivienda abrigada y seca para pasar la noche. Si la corriente en que ha establecido su residencia no es bastante caudalosa durante la época de sequía, se lanza a un trabajo infatigable: roe los troncos de los árboles hasta derribar los que necesita; los divide en maderos, que fija en el cauce de la corriente; añade luego follaje, piedras y barro, y levanta con todo ello una pared o presa que recoge el agua, formando un depósito en el que podrá bañarse y nadar aunque baje considerablemente el nivel general. Conseguido este resultado, el castor se ocupa ya en la fabricación de su vivienda. Es ésta una obra maestra de habilidad. La construye de barro mezclado con ramas, y tan bien consolidada que, cuando llega la época de las heladas invernales, es tan dura como el hierro.

La habitación tiene casi dos metros de diámetro, en sentido horizontal, y un metro de altura. El interior es cómodo y abrigado; los lechos están dispuestos alrededor; y allí habitan juntos el macho, la hembra y las crías hasta el momento en que éstas se encuentran con fuerzas para salir y construirse casas propias. Este palacio tiene dos galerías que lo ponen en comunicación con la corriente. Una de ellas, que corre a considerable altura, tiene, sin embargo, su salida bajo el nivel del agua; la otra está más baja, a fin de que, cuando se hiele la superficie, le sea posible al castor dirigirse en busca de los depósitos donde tiene almacenadas las cortezas que deben alimentarlo durante el invierno.

Parece increíble la perfección con que el castor ejecuta sus trabajos, y la admirable disposición de las distintas partes de su obra. No obstante, no agotemos aquí nuestra admiración, y reservemos parte de ella para otra criatura, el topo de pies palmeados, que, a pesar de esa forma de sus patas, no es nadador, sino terrestre durante toda su vida y, sobre todo, minero. Lo más admirable en este animal es la rapidez con que trabaja. Un observador fidedigno ha declarado que en una sola noche había visto construir a uno de estos activos operarios, en un terreno reblandecido por la lluvia, una galería de unos cien metros de longitud.

¿Qué significa este trabajo en relación con las dimensiones del animal? Significa lo siguiente: que si, guardando la debida proporción, ejecuta un hombre una labor análoga, el túnel que abra en una noche deberá tener, además de la anchura requerí da para dar paso a su cuerpo, una longitud de cerca de diez kilómetros. Convengamos en que la comparación es poco halagüeña para el hombre.