¿De dónde vienen los zánganos que pueblan la colmena?


Pero, ¿de dónde vienen los zánganos con los que nos hemos encontrado ya varias veces? Veámoslo. A través del fondo transparente de una colmena de cristal es fácil observar, mediante potentes aumentos, cómo al depositar la reina los huevos en las celdas, éstos llevan prendidos tres o cuatro elementos masculinos que, deslizándose ágilmente sobre la superficie brillante, penetran por el orificio especial y fecundan, al cabo de unos minutos, el óvulo puesto por la madre. Ésta pone en un día tres y cuatro mil huevos, lo que representa su propio peso. Este caudal de energía lo recibe de la jalea real con que constantemente la nutren las nodrizas de su séquito. Así los ovarios de la reina van produciendo, a un ritmo verdaderamente prodigioso, collares de huevos, y éstos salen uno tras otro en busca del fondo de las celdas preparadas para recibirlos.

Algunos de estos huevecillos se depositan en celdas sensiblemente mayores que las de las obreras. En este caso se observa un fenómeno interesante: ocurre que, no bien la reina los ha depositado, las abejas que la siguen en su postura introducen la cabeza y con la lengua barren prácticamente el huevo, eliminando así las células masculinas que deberían fecundarlo. Este huevo, pues, no se fecunda. Se asemeja en esto al huevo que pone la gallina separada del gallo; pero mientras que el huevo de esta es estéril y, por lo tanto, no engendra pollitos, no ocurre así entre las abejas. En las celdas donde se han depositado estos huevos, o celdas de zánganos, se desarrolla a los pocos minutos una actividad mucho más intensa que la que se despliega en las celdas de las obreras o de las reinas. Una obrera se acerca a la celda, y con suavidad, la tenue suavidad de sus móviles antenas, recorre una y otra vez toda la superficie como en un delicado masaje; al mismo tiempo, deposita una pequeña porción de la lechosa papilla larva], o jalea real fresca, en el fondo de la celda. Cuando una masajista se retira, otra la sustituye y repite el trabajo. Lo más curioso es que la jalea real no es consumida, pues el huevo se mantiene inmutable en su primitiva rigidez. Sin embargo, dentro del óvulo acontecen fenómenos que revelan una actividad prodigiosa: el núcleo y el nucléolo, al recibir los estímulos combinados provenientes de los masajes de las antenas de las obreras y de las emanaciones microrradiactivas de la jalea real, inician una verdadera reproducción, como si el óvulo hubiera sido realmente fecundado. Asistimos así a una verdadera reproducción de un óvulo infecundo; a su término, después de veinticuatro días, nacerá el zángano o elemento masculino, ser perfectamente normal y desarrollado, pero bastante diferente de las abejas, sin elementos para procrear e incapaz de valerse de sus medios para subsistir, pues no tiene aguijón, y sólo llena una función: la de fecundar a una sola reina una sola vez en su vida, y cuando la cumple muere.