Pasemos de los animales salvajes a los domesticados


Nadie que sepa algo de las costumbres de los burros dudará de que estos animales se llaman unos a otros y se reconocen y acarician. Es muy conocida en su país una jaquita dé Shetlandia que sabe hablar con los burros. Esta jaquita pasa una hora o dos cada día en un prado contiguo a su establo, y, a veces, se ve un burro en él campo inmediato al suyo. Cuando lo descubre, la jaca recorre a galope tendido su pradera, se dirige después hacia la cerca, y relincha. Al oírla él asno, se aproxima al otro lado de la cerca; entonces aguarda la jaca a que su amigo introduzca la cabeza por entre los barrotes de aquélla, y le mordisquee el cuello suavemente, caricia que, en idéntica forma, le devuelve ella a su vez dándose de este modo un mutuo placer que tanto agrada a los asnos y caballos.

Posee esta jaca un lenguaje especial, del que se sirve para atraer a la gente a su cuadra. Por medio de un relincho agudo anuncia que, a juzgar por su apetito, debe de ser ya la hora de que le traigan el pienso; y mediante un relincho muy bajo expresa el placer que le produce el sonido que le indica la proximidad de unos pasos conocidos. Si tiene deseos de salir, llana a la puerta con una de las patas delanteras, y si se le concluye el agua, golpea el bebedero hasta que alguien acude a llenárselo.