Un ave que matiene encerrada a su compañera: el calao


Los pájaros que ejercen las profesiones de albañiles y carpinteros deben, sin duda, considerar al cálao como un maestro en esos oficios. Las parejas de estas aves hacen sus nidos en los troncos de los árboles. Cuando la hembra va a poner los huevos, penetra en el agujero y no sale de él hasta que aquéllos han sido incubados. No le es posible salir, porque su esposo le tapia tranquilamente la puerta por la cual ha entrado, dejando sólo un pequeño hueco por el cual saca la prisionera el pico para recibir la comida que el macho le trae. Éste tiene que ejecutar un ímprobo trabajo para alimentar a su esposa y a sus hijos cuando salen del cascarón.

Las aves construyen sus viviendas muy bien en todas partes, y con cualquier clase de material. El martín pescador está satisfecho teniendo el hueco del tronco donde pone sus huevos lleno de malolientes espinas de pescado; la abubilla, que vive en un alojamiento semejante, posee un nido que despide un olor insoportable, lo cual, al parecer, le sirve de protección. Las gaviotas anidan en una grieta de las rocas; los avestruces, en un hoyo practicado en la arena; el talegallo, en un montón de sustancias vegetales en descomposición, cuyo propio calor lo releva de la tarea de incubar sus huevos. Se ven nidos de hojas, de telarañas, de delicados líquenes; nidos que afectan la forma de copas, de botellas, de hamacas, de panes de azúcar; nidos hechos de una especie de cola que destilan de sus propias bocas ciertos pájaros... No tiene fin la variedad de métodos a que recurren las aves para construir sus nidos, desde los más sencillos hasta los más complicados que se pudieran imaginar.

Cuanto más diminuta es un ave, más arte y habilidad despliega en la construcción de su morada. Algunos colibríes hacen nidos que llenarían de admiración al más refinado artista; emplean la seda que roban de las telas de araña, entrelazada con musgo de los más delicados colores. Existe un pájaro, el baya de la India, que adorna con luciérnagas su nido; éste afecta la forma de esas botellas forradas de mimbre en que se expenden ciertos licores, y pende, boca abajo, de las ramas de los árboles.