El terror del cangrejo cuando ha perdido su coraza


El crustáceo se halla entonces indefenso y puede ser presa de cualquiera de sus enemigos. La nueva cubierta no se endurece hasta el cabo de muchas horas, y algunas veces de días. Mientras tanto el animalito sufre angustias terribles, temeroso de que venga alguno de sus enemigos, entre los cuales se cuentan sus propios congéneres. No falta el cangrejo de concha dura al que se le antoje darle un pinzazo; pero en cuanto se ha solidificado el nuevo caparazón, el animal se encuentra dispuesto a luchar contra todos sus congéneres. El batirse es su mayor placer; no vacila en arrancarle una pinza a su contrincante, sin temor de sacrificar una de las suyas. ¡Qué le importa, si ésta ha de volver a crecer, aunque sea tras varias mudas, del mismo modo que les salen colas nuevas a los lagartos!

Existen muchas especies de cangrejos. Tenemos el cangrejo de mar común, que los niños suelen coger en las orillas del mar, y cuyo caparazón, de color verdoso pardusco, presenta en su porción anterior una serie de dientes espinosos. El gran cangrejo espinoso sirve de basurero, comiéndose todos los desperdicios que se acumulan en las costas. Existen cangrejos cuyas patas y tenazas son tan delgadas, que reciben por ello el nombre de cangrejos-arañas. Hay cangrejos nadadores que tienen dos patas en forma de paleta como el patexo o cámbaro volador, de cuerpo casi circular; los hay que, cubiertos de pelos, presentan un aspecto tan malévolo, que se les llama cangrejos-demonios. Figura entre los cangrejos una especie pequeña que es de las más interesantes. Se trata del cangrejo guisante, del tamaño de un garbanzo, y cuerpo globoso, que, al igual que el ermitaño, suele buscarse algún escondrijo; pero, en lugar de hacer su habitación en una concha vacía, se introduce en la de un molusco vivo; y así como el ermitaño se asocia con una anémona de mar o actinia, ese cangrejo comparte los alimentos que absorbe el molusco al abrir y cerrar su concha.