De qué modo sale el cangrejo de su duro caparazón


Es probable que todos hayamos visto algún cangrejo en un estado como gelatinoso; en tales condiciones son impropios para la alimentación. Su carne se ha puesto blandísima y puede comprimirse hasta ocupar un espacio muy reducido. El objeto de esta transformación es permitirle salir fácilmente de su cascara.

El animal tiene ya las patas y las pinzas muy desarrolladas, de manera que le ha de ser difícil hacerlas pasar por las tenues junturas, mediante las cuales están articuladas esas patas y pinzas. Para lograrlo, tiene que estirarlas en forma que salgan de la cascara y atraviesen dichas articulaciones; el estado gelatinoso de su carne permite que los miembros se compriman suficientemente; pero, de todos modos, la operación es penosa. ¡Imagínense los esfuerzos que tendrá que hacer un cangrejo macho muy grande! Sus pinzas, cuya carne es la más estimada por los aficionados a estos crustáceos, alcanzan tal desarrollo, que, en algunos países, el precio de un cangrejo macho es cinco veces más alto que el de una hembra; no obstante, es necesario que salga de la antigua cascara, de igual modo que las pinzas más pequeñas. No hay medio de evitar el trance.

Mientras la cascara antigua se prepara para desprenderse, se va formando otra nueva sobre la carne del animal; pero permanece blanda y flexible, hasta que la primera ha sido abandonada. Tras un último esfuerzo, el cangrejo sale de su caparazón, escondiendo presuroso su mísero cuerpo reblandecido, en alguna grieta que encuentra entre las rocas.