Peces a los que se dice dio de comer una ruina, y que viven aún en los estanques de ciertos parques


Cuando hace frío y se hielan los estanques, las carpas que viven en ellos se aletargan en el cieno, bajo la capa de agua congelada, sin cuidarse para nada de lo que ocurre en el mundo, hasta que con la primavera viene el deshielo y el despertar de la Naturaleza. Esta vida sosegada le permite a la carpa alcanzar una edad avanzada. En el arroyo que corre por el parque en que la reina María Antonieta pasó sus días felices, hay unas carpas enormes, y se dice que son las mismas a las que daba de comer aquella infortunada reina, pero esto no es más que un cuento absurdo.

Los peces de color que criamos en peceras de cristal o en los estanques y fuentes de los jardines, son variedades de carpa. Entre ellas se encuentran el pez dorado cuyo color varía entre el rojo y el dorado; el cometa, de grandes aletas; el cabeza de león, con la cabeza muy prominente; y el arlequín, moteado de rojo, azul, blanco y negro. A estos animales les gusta el agua caliente y se crían con frecuencia en estanques a donde va a parar el agua caliente de máquinas de vapor. De ordinario permanecen junto a la superficie, donde el agua es más tibia. La temperatura que les conviene para adquirir todo su desarrollo es la de 30 grados. Pero si se hiela el estanque, bastará con romper un poco la superficie del hielo, para que el aire pueda penetrar; y aun esto no es siempre necesario.

La familia de las carpas es muy numerosa; de ella forma parte el barbo común y el barbo de montaña, a cuya pesca se dedican los que no pueden permitirse el lujo de pescar la trucha o el salmón. Los gobios pertenecen también a la misma familia; son pececillos humildes, que se utilizan principalmente como cebo para pescar peces de mayor tamaño; si bien los más grandes pueden constituir un alimento excelente. Mencionaremos, además, el coto y el albur, que son muy conocidos en Europa. El albur o alburno tiene hasta 20 centímetros de longitud, dorso azul verdoso y lados plateados. Se lo pesca en los ríos, en grandes cantidades, aunque su carne no es muy apreciada por la cantidad de espinas que tiene. El coto llega hasta 80 centímetros de longitud, presenta cuatro eminencias en la parte superior de la cabeza y dos espinas sobre el hocico. Su carne es poco estimada.