De qué modo los salmones saltan por encima de las cascadas y trepan por las presas de los ríos


Al llegar a cierta altura, suelen tropezar con obstáculos como los saltos de agua u otras barreras naturales; mas el salmón no se detiene.

No es posible, ni aun tratándose de un pez, franquear una catarata a nado; pero el impetuoso salmón suele salvar este género de obstáculos mediante una serie de grandes saltos. Si el desnivel no pasa de unos dos o tres metros, le basta un solo salto para alcanzar la parte de arriba, saliéndose del agua enteramente, al efectuarlo. Éste parece ser el límite a que llegan sus fuerzas. No obstante, el salmón intenta muchas veces franquear obstáculos mayores, repitiendo con tenacidad sus inútiles tentativas, hasta que cae sin fuerza sobre las rocas.

En los ríos en donde hay presas, los hombres construyen una escalera en las rocas para que los salmones puedan trepar. No es necesario que sea muy ancha, de manera que no causa estorbo; consiste en una serie de gradas, de madera o de piedra, cuyo largo es sólo las tres cuartas partes del ancho de la escalera, y dispuestas alternativamente. Tenemos, pues, un escalón al lado derecho de la escalera, el siguiente al lado de la izquierda, otro a la derecha, y así sucesivamente. El salmón, después que ha estado nadando de un lado al otro del río, sin hallar un paso natural que le permita salvar el obstáculo, no tarda mucho en darse cuenta de que la escalera es el único camino practicable y lo sigue resueltamente, saltando de un peldaño a otro.