Batalla por la vida entre dos insectos, perjudicial uno y Ăștil el otro


Los pulgones aparte de contribuir al bienestar de las hormigas, suministrándoles como alimento un líquido azucarado que producen, son enemigos terribles de los rosales cuyas hojas destruyen, robándoles la savia. Llega un icneumón, caminando sobre la hoja con sus largas y zancudas patas, y cuando descubre un rollizo pulgón lo toca con sus antenas.

Si el pulgón fuese tocado por una hormiga, expelería inmediatamente un poco de miel; pero en esta ocasión conoce que tiene a su lado a un enemigo mortal, y empieza a retorcerse violentamente, procurando sustraerse a la suerte que le espera, según le dice su instinto. El icneumón aguarda unas veces a que el pulgón deje de moverse, y otras va en busca de otro individuo; pero la batalla se resuelve siempre en favor suyo. Un rejonazo en la parte posterior del cuello de la víctima convierte a ésta en nido de un futuro icneumón. En el orificio que practica con el aguijón deposita uno de sus huevos; y como ha de poner de cincuenta a sesenta de éstos, corre inmediatamente a proseguir su tarea con otra víctima.

El pulgón no muere. Conoce lo que ha ocurrido, y dejando a sus compañeros, retírase solo a una hoja. Inmediatamente comienza la incubación del huevo, y la larva abandona su envoltura para vivir a expensas del insecto en que ha sido depositada. Posiblemente éste es insensible al dolor. Parece una triste historia, pero los naturalistas suponen que el pulgón es atacado de una especie de parálisis que le impide sentir dolor.