¿Por qué no tienen todos los dedos la misma longitud?


Sería bastante difícil contestar a esta pregunta, si hubiésemos de referirnos tan sólo a los de las manos. A no dudarlo, hay gran desventaja en que los dedos anular y meñique, por ejemplo, sean más cortos que los demás, porque esto aminora la energía con que asimos las cosas, que es fin principal para el cual nos fueron dadas las manos.

La respuesta la hallaremos al estudiar la historia de la mano y observar los dedos de muchas especies de animales inferiores, que, salvo pequeñas variaciones, los poseen muy semejantes a los nuestros.

Hay quien cree que las manos estuvieron primitivamente destinadas a sostener nuestro cuerpo y ayudarnos a caminar, para cumplir idéntico oficio que los pies delanteros de otros animales. Si colocamos la mano sobre una mesa, como si pretendiésemos caminar sobre las puntas de los dedos, descubriremos inmediatamente que nos procuran un excelente y bien equilibrado sostén, precisamente a causa de la diferencia de longitud que tienen sus dedos; porque,, siendo el pulgar y el meñique más cortos que los demás, caen detrás de los otros y equilibran el sistema. Podemos hacer la misma observación en cualquier jardín zoológico respecto a los animales dotados de tres dedos solamente, así como en los perros y los gatos. Éste es uno de tantos ejemplos, suministrado por nuestro cuerpo, que nos ayuda a comprender el “por qué” de ciertas cosas que a primera vista parecen no tener ahora explicación satisfactoria, y nos exponen a creerlas defectuosas.

En nuestros días no acertamos a explicarnos del todo la existencia de las uñas en nuestras manos y pies, por lo que se refiere a su uso; y sin embargo, si retrocedemos a la escala animal, la hallamos al instante. Nuestras uñas reemplazan a las garras, pezuña, etc. de que se hallan dotados otros animales, y que tantas ventajas les reportan. Vivimos hoy merced a la poderosa ayuda de nuestra inteligencia, sin necesidad de garras ni cosa que se les parezca; y como no las ejercitamos, se han hecho más pequeñas y débiles. Lo mismo nos ha ocurrido con los dientes; y también, en grado bastante apreciable, con los huesos y músculos.

No se puede negar, sin embargo, la semejanza que las uñas tienen con las garras que utilizan los gatos para combatir, trepar y desgarrar sus alimentos, y con los cascos que los caballos poseen para caminar. Según algunos sabios naturalistas, los ascendientes de los caballos tenían cinco dedos en cada extremidad, provisto cada uno de ellos de su correspondiente uña o pezuña; pero todos esos dedos, exceptuando el del medio, se han ido contrayendo en las generaciones sucesivas, hasta el punto que los caballos de nuestra época no tienen más que uno, y una reminiscencia de otro al lado. A veces se observa el fenómeno de que nazca un caballo con tres y cuatro dedos. Así pues, el casco de los caballos vendría a representar, en realidad, la uña de su dedo del medio. Está formado de la misma sustancia que nuestras uñas, y puede ser cortado sin dolor, como ocurre con estas últimas.