¿Cuando caminamos en el interior de un tren en marcha y en su misma dirección, andamos más aprisa que él?


La respuesta a esta pregunta es afirmativa. Pero si andamos de la locomotora hacia el final, vamos más despacio que el tren. No cabe duda alguna acerca de la respuesta, pues la prueba es sumamente sencilla.

Si dos personas ascienden al final del tren al ponerse éste en marcha, y una de ellas camina por los coches hasta llegar cerca de la locomotora, al pararse el tren, esa persona descendería al andén mucho más adelante que la que permaneció en la parte final. Habrá, por tanto, llegado más lejos en el mismo espacio de tiempo que su compañero, y más lejos también que la parte del tren ocupada por éste y, por consiguiente, el recorrido que ha efectuado será mayor que el hecho por cualquiera otra parte del tren, porque ha sumado su propio movimiento, comparado con el tren, al movimiento de éste comparado con la Tierra. Y hay más aun: la Tierra se mueve también, y si el tren avanza en la misma dirección en que se mueve el planeta por el espacio, camina el tren más aprisa que la Tierra. Todavía más: si andamos desde la parte final en dirección a la locomotora del tren, viajaremos por el espacio más aprisa que el tren, y aun más aprisa que la Tierra. Y si, entretanto, una mosca se pasease por nuestro rostro desde una oreja hasta la nariz, viajaría en el espacio más aprisa que nosotros, que el tren y también que la Tierra.