¿Por qué lloramos cuando nos hacemos daño?


La mejor respuesta que puede darse a esta pregunta es idéntica a la que dimos a la anterior. Lloramos porque nuestro cerebro hállase constituido en forma conveniente para ello. Lo que no acertamos a explicamos es por qué sucede así, pues, siéndonos las lágrimas de gran utilidad en tanto que no lloramos (como muy pronto veremos), no recibimos ningún bien con verterlas cuando nos hacemos daño.

La experiencia se encarga de enseñarnos esta verdad, y por eso son muy raras las personas que lloran cuando sienten un dolor, una vez transcurridos los años de la infancia. La parte superior del cerebro - que es la que preside a todos nuestros actos-domina a la inferior, y le dicta sus mandatos, y le perdona sus yerros.

Esta parte inferior es la que responde con el llanto a la impresión dolorosa que recibe, y así se explica que hasta el niño recién nacido sabe llorar perfectamente. Pero cuando crecemos, le decimos a esa porción de nuestro cerebro que no debe llorar, aunque sienta deseos de hacerlo, y obedece.