¿Por qué derramamos lágrimas?


No hay ninguna razón aceptable que explique por qué al llorar vertemos a raudales estas lágrimas que tan indispensables nos son, y que nuestro organismo elabora sin cesar, sin darnos cuenta de ello. Nadie ignora que nos pasamos la vida abriendo y cerrando los párpados a cada instante, movimiento que ejecutamos de una manera inconsciente; y que, si los mantenemos abiertos, como a veces suelen hacer los muchachos en sus juegos, sentimos en los ojos mía sensación desagradable, y acaba por nublársenos la vista si insistimos en ello. Veamos por qué ocurre así.

Cuando el ojo está abierto, su parte anterior está expuesta a que le entren el polvo y demás materias que flotan en el aire, y se seca con facilidad, lo que altera sus funciones. ¿Cómo es, pues, que, aunque nunca nos lavemos el cristal de nuestros ojos, éstos se conservan siempre limpios? Porque, sin advertirlo, nos los limpiamos cada vez que pestañeamos. En la parte superior de cada ojo, y próxima a su ángulo externo, existe una pequeña protuberancia, llamada glándula lagrimal, la cual está constantemente segregando lágrimas mientras permanecemos despiertos; y cuando la parte anterior del ojo experimenta la sensación de sequedad, y tal vez las molestias que el polvo le produce, transmite esta sensación al cerebro, y el párpado desciende por espacio de un segundo, arrastrando consigo una lágrima, y humedeciendo y limpiando el cristal del ojo. Es el lavado más suave y más perfecto del mundo.