¿Qué le ocurre al anhídrido carbónico que expelemos al respirar?


En el aire libre existe siempre cierta cantidad de anhídrido carbónico, que es el producto de la respiración pretérita de innumerables millones de animales, y de la combustión del carbón en incontables fuegos; y el que respiramos nosotros se une a él. El aire rico en anhídrido carbónico, que expelemos al respirar, no permanece invariable, por decirlo así, sino que los diversos gases que lo integran, incluso el anhídrido carbónico, se difunden poco a poco y se mezclan con el aire que los rodea.

Esta importante ley se verifica en todas las mezclas de gases. Dondequiera que se ponen en presencia diferentes cuerpos en estado gaseoso, sus moléculas se compenetran gradualmente. Este fenómeno se conoce con el nombre de difusión de los gases.

Así, pues, gracias a la difusión, el anhídrido carbónico, que expelemos al respirar, no tarda en mezclarse con el aire. Como sabemos, no permanece estable en la atmósfera indefinidamente, porque las hojas verdes de las plantas lo descomponen, asimilando éstas el carbono y dejando en libertad el oxígeno, que pasa a aumentar la cantidad de él que el aire contiene.

Así, pues, el anhídrido carbónico efectúa incesantemente una especie de ciclo en el cual toman parte los animales y las plantas, prestándose mutua ayuda.