¿Tienen una razón de ser todas las cosas?


Es un hecho probado que todo en este mundo tiene su razón de ser, lo mismo la existencia de todas las cosas que los acontecimientos que en él se desarrollan. Esto se demostró hace mucho tiempo respecto a ciertas cosas, tales como los movimientos de las aguas, y los fenómenos químicos y aun aquéllos que se producen en las plantas. Pero se supuso por mucho tiempo que en el mundo interior no se desarrollaban las cosas lo mismo que en el exterior; y los hombres creían que sus pensamientos y obras no obedecían a una causa, como obedece la caída de una gota de lluvia. Nos hallamos muy expuestos a cometer grandes errores en este terreno, pues solemos no admitir la causa de una cosa hasta que la vemos; pero cuando no ocurre así, nos sentimos siempre inclinados a negar su existencia. Esta causa u origen de las cosas tiene un nombre especial, causalidad, y el primero y más importante principio de la ciencia es que la causalidad es universal, sin excepción de lugar ni de tiempo, lo mismo en lo que a los cambios atmosféricos respecta que en lo que atañe a los hombres. En nuestros días debemos dar esto por sentado, como si no fuese preciso mencionarlo, pero su demostración ha absorbido el pensamiento y el estudio de todas las edades pretéritas; y la gran mayoría de las gentes, incluso en el momento actual, no advierten que todo efecto obedece a una causa, y que son infinitas las consecuencias. Cada efecto es a su vez la causa de otros nuevos efectos, y cada causa obedece a otras causas. Y, razonando de este modo, pronto veremos que es preciso retroceder a la Causa Primera, a la Causa de las causas y Razón de todas las cosas, a quien designamos con el nombre glorioso de Dios.