¿Qué utilidad tienen para el hombre las plumas de gallinas?


En los últimos años se han fabricado muchos hilados nuevos a partir de materiales tan dispares como la caseína de la leche, la hulla, el petróleo, el vidrio.

Pequeños lienzos, tan baratos como el papel, se confeccionaron pegando fibras de algodón con un plástico. Éste es, tal vez, el primer caso en la historia de la industria textil -con la excepción del “género” que se hace en algunos países tropicales macerando la corteza de ciertos árboles-, en que se fabrica género sin necesidad de hilar ni tejer.

Otros tejidos se han perfeccionado de tal modo que resulta imposible el mojarlos; su fabricación es a prueba de fuego. Son resistentes, durables, abrigados y poco propensos a arrugarse, encogerse o deformarse. Las salsas derramadas sobre un mantel recubierto con una película de butirato de vinilo desaparecen al pasarle un trapo húmedo; un poco de agua basta para borrar una mancha de tinta.

Un nuevo tratamiento químico del algodón lo hace resistente a la putrefacción, aunque esté permanentemente húmedo; se lo puede emplear en la fabricación de toldos y redes para pescar y, como también es resistente al fuego, resulta conveniente su uso en tapicería. La fibra de vidrio se emplea cada vez más en la confección de ropas; con la lana de vidrio se fabrican almohadones extraordinariamente suaves y elásticos.

Pero uno de los descubrimientos más revolucionarios en el campo de la industria textil fue el empleo de las plumas de gallina. Hasta fines del año 1945, millones de kilogramos de ellas eran arrojados a la basura, o se las empleaba como fertilizante de las tierras pobres; en la actualidad se utilizan para fabricar un tejido suave, más resistente que los de lana.