¿Por qué varía el tono de nuestra voz cuando nos colocamos las manos ahuecadas en las orejas?


El recuerdo de lo que ocurre cuando nos acercamos al oído un caracol marino nos ayudará a contestar a esta pregunta. El caracol no produce sonido alguno, pero recoge todos los rui-ditos que se originan en una habitación, y los hace resonar en el oído. Nuestras manos, ahuecadas y puestas sobre los oídos, causan exactamente el mismo efecto: hacen resonar los sonidos de la misma manera que los caracoles de mar.

Verdad es que este caso especial, en que se trata de nuestra propia voz, se diferencia de todos los otros. Tal vez tenemos cierta inclinación a considerar el sonido como una cosa que escapa siempre alejándose del lugar donde se produce. Pero a semejanza de la luz de una bujía, el sonido se escapa en todas direcciones, con excepción de aquéllas en que una causa especial hace retroceder o repercutir sus ondas.

Así pues, el sonido producido por nuestra voz pasa cerca de nuestros oídos y es recogido y reflejado hacia ellos por nuestras manos. No sólo nos parecen entonces más fuertes e intensas nuestras voces, sino que las hallamos muy extrañas. La razón de ello es que estamos acostumbrados a oírlas, en parte, mediante las ondas aéreas que llegan directamente a nuestros oídos, y en parte por las vibraciones u ondas sonoras que llegan a ellos a través de nuestra cabeza, procedentes del órgano de la voz. Cualquiera cosa que altere la proporción de estas ondas parece alterar también la voz.