¿Gobernarán los niños el mundo?


Es una verdad innegable que los niños de hoy son los llamados a gobernar el mundo mañana. Nadie ignora que los hombres y las mujeres, los reyes y los mendigos, los nobles y los plebeyos, comienzan su carrera en este mundo siendo niños desvalidos, más desvalidos que ningún otro ser viviente, aunque muchas veces nos olvidemos enteramente de ello. Los hombres son mortales, sin excepción alguna, y el destino del mundo, su gobierno y conducción, pronto se hallarán en las manos de los niños actuales. Los que hoy rigen sus destinos, eran niños ayer, y mañana serán polvo impalpable. Tal es la ley de la vida. Ello quiere decir que una madre es lo más sagrado, que la historia se prepara donde se crían las criaturas, y que la educación de los niños es la obra más pura, más noble y necesaria del mundo. Y es la ley más difícil, cabalmente porque el ser humano es el más admirable y complicado en sus dos naturalezas: la espiritual y la corporal. Cuando los hombres se convenzan de que el verdadero patriotismo, el verdadero amor al país que nos vio nacer, consiste, ante todo, en vigorizar y ennoblecer la vida humana, y se persuadan de que todo aquello sólo se consigue educando con cuidado, desde la más tierna infancia, a las nuevas generaciones; ese día, no sólo tendremos el mundo organizado en favor de los niños, en forma tal que se les estime, nutra, guíe, ame y enseñe, sino que estos mismos niños serán, al cabo de unos cuantos años, los que apliquen esos sanos preceptos para proseguir la lucha por un mundo mejor.