Las cosas comumes que nos rodean son embellecidas por la poesía


Un poeta como Virgilio, que ha cantado la grandiosa gesta de la conquista del Lacio por los exilados de Troya en uno de los más maravillosos poemas épicos de todos los tiempos, se ha complacido por otra parte en celebrar las delicias de la vida agreste y los sencillos goces de pastores y campesinos. Y desde aquellos lejanos días en que el poeta latino escribía sus Bucólicas y sus Geórgicas los poetas de todas las épocas y de todos los países del mundo han cantado las humildes cosas del campo, los ganados, las hierbas, los bosques, las flores, las abejas, los pastores, etc. El labrador con su yunta, el pastor con su rebaño, la campesina cargada con un haz de leña, la belleza del paisaje, el paso por la carretera de una antigua diligencia, los trinos del ruiseñor..., todo esto tiene en el medio agreste una poesía encantadora. Pero también en la ciudad, en el hogar, los recuerdos íntimos, los muebles evocadores do nuestros antepasados, los juguetes que entretuvieron a nuestros padres cuando eran niños, la fidelidad de una vieja criada, el cariño de un perro, todo aquello, en fin, que más o menos directamente nos llega al corazón y conmueve nuestros sentimientos, haciéndonos concebir un pensamiento noble y hermoso, puede ser objeto del canto poético.

Por esta razón los poetas, aunque se vienen sucediendo desde hace siglos, pueden ser siempre originales, cantando los temas variadísimos que les ofrece la observación diaria, según su manera personal de sentir la vida, en sus pequeñas y grandes cosas. Todos los asuntos, aun los más insignificantes a simple vista, pueden, interesar al poeta de sensibididad verdaderamente delicada, y los comentarios que de ellos haga, serán esos poemas que nosotros leemos con tanto interés y espiritual deleite.