Navidad


Cual roca desprendida,
Que al ímpetu violento
De súbito hundimiento
Cediendo, siglos há,
Desde la cima al fondo
Abriéndose ancha calle,
A lo inferior del valle
Rodó, y allí se está;

Según cayó, la mole
Pesada yace, inerte,
Sin que a moverla acierte
Del tiempo el voltear,
Sin que a la cumbre vuelva
A ver el sol brillante.
Mientras no la levante
Esfuerzo singular:

Así yacía el hijo
De la culpa primera,
Desde que en la severa
Sentencia al incurrir,
De toda desventura
Le impuso Dios el sello,
Yugo que el fiero cuello
No le dejaba erguir.

Nacidos para el odio,
¿Quién era la persona,
Quién era que “¡perdona!”
Pudiese a Dios clamar?
¿Al Santo inaccesible
Volver a pacto eterno?
¿Al vencedor infierno
Su presa arrebatar?

Se nos ha dado un Hijo,
Naciónos un infante:
Si frunce su semblante.
Tiembla el poder del mal:
La mano tiende al hombre
Que se reanima y cobra
Con creces bien de sobra
Su rango primordial.

Brota del almo cielo,
Y baja, viva fuente;
Por la árida pendiente
Derrama el fresco humor:
Destilan miel los troncos.
Jardín es la aspereza,
Donde abundó maleza
Germina allí la flor.

¡Oh Hijo del Eterno.
Coeterno, igual en sede!
¿Qué siglo decir puede:
“Yo tu principio vi”?
Tú eres: del vasto empíreo
El cerco no te encierra;
Que empíreo, mar y tierra
Lo hiciste con tu sí.

¿Y tú ese frágil barro
Vestirlo te dignaste?
¿Por qué razón lo alzaste
A tanta dignidad?
¿Fué mérito? ¿Fué gracia?
Si en tu consejo oculto
Asi triunfó el indulto.
¡Qué inmensa es tu piedad!

Hoy ha nacido; a Éfrata
Mansión profetizada
Sube la bienhadada,
La gloria de Israel.
La Virgen que en su seno
El gran misterio esconde;
Nace de quien y donde
Predijo anuncio fiel.

La madre en pobres lienzos
Envuelve al Dios desnudo;
en el pesebre rudo,
Que en cuna se trocó.
Lo pone suavemente,
Y adora, ¡oh gozo intenso!.
Postrada, al mismo Inmenso
Que en ella se encerró.

El ángel, que a los hombres
Anuncia la gran nueva,
De grandes no la lleva
Al custodiado umbral;
Sino a pastores justos
Que el mundo da al olvido.
Preséntase ceñido
De auréola inmortal.

Celestes escuadrones
Por la nocturna esfera
En fúlgida carrera
Bajaron de él en pos;
Y en torno colocados,
Ardiendo en santo anhelo,
Cual cantan en el cielo.
Cantaron gloria a Dios.

El himno continuaren
De vuelta al firmamento,
Y entre las nubes lento
Fuese alejando el son.
Hasta cesar del todo
Perdiéndose en la altura,
Y en los de abajo aun dura
La extática atención.

Y el pobre albergue buscan,
Sin tregua, presurosos;
Y ven, los muy dichosos.
Conforme a la señal.
Ven puesto en un pesebre,
Envuelto con pañales,
Llorar cual los mortales
Al Príncipe inmortal.

Duerme, ¡oh celeste Niño!,
Duerme y afán no sientas,
Y no osen las tormentas
Tu cuna estremecer.
Que huidas, cual caballos
En confusión de guerra,
Sobre la haz de la tierra
Empuja tu poder.

Duerme: quién ha nacido
Los pueblos aun no saben;
Dia vendrá que acaben.
Juntos bajo tu ley,
Por ser herencia tuya,
Y en tu reposo yerto
Bajo el polvo encubierto
Conozcan a su Rey.


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