EL PESCADOR - Juan Wolfgang Goethe


En la mitología de los pueblos germanos y escandinavos ocupan un lugar muy importante los espíritus y genios habitadores de las aguas, de los bosques, de las entrañas de la tierra, etc., los cuajes solían aparecerse a los hombres con diverso fines, unas veces dispensándoles beneficios, ¡y otras causándoles mal. En estos versos refiere Goethe una de esas fantásticas apariciones en que una nereida o náyade, esto es, un¿ ninfa de las aguas, atrae a un infeliz pescador, haciéndole perecer en el seno del mar.

La ola sin cesar subía,
La ola sin cesar cantaba,
Y el pescador contemplaba
El anzuelo que se hundía.
Llenaba dulce alegría
Todo su plácido ser;
De ¡pronto ignoto poder
Abre a sus plantas el mar,
Y del fondo ve brotar
Diosa, náyade o mujer.

Y así le dice: “¡Ay de mí!
¿Por qué astuto engañar quieres
A líos inocentes seres
A quienes albergue di?
¿Por qué los llamas así
Al ambiente que los mata?
Si supieras cuánto es grata
Su suerte en mis ondas frías,
Tú mismo venir querrías
A mis palacios de plata.

“¡En mi seno palpitante
Abísmanse Luna y Sol,
Y don más vivo arrebol
Brilla después su semblante.
El ¡firmamento distante
Se refleja en mi cristal.
Y a mi regazo inmortal
Te i llama tu imagen propia,
Cuando en su espejo la copia
Inagotable raudal”.

La ola sin cesar subía,
La ola sin cesar cantaba,
Y el pescador que dudaba
El pie desnudo lamía.
Afán que al ausente guía
Hacia su pasión infiel
Sintió en el momento aquel;
Entre caer y saltar
Rodó hasta el fondo del mar
Y nadie supo más de él.