EL MANANTIAL - León Tolstoi


El célebre novelista y moralista ruso León Tolstoi (1828-1910), expone en el siguiente apólogo una bella máxima de abnegado desinterés.

Entre espadañas, mirto y romeros,
En calurosa tarde estival,
Hicieron alto los tres viajeros
Ante las aguas del manantial.

Robles gigantes le daban sombra,
Césped florido formaba alfombra
Junto al venero murmurador,
Y el agua clara, corriendo pura,
Prestaba al campo dulce frescura,
Hojas al árbol, vida a la flor.

Su sed calmaron los caminantes.
Y a los fulgores agonizantes
De la serena tarde estival,
Escrita vieron esta sentencia:
“Procura siempre que tu existencia
Sea como el agua del manantial.”

-No es mal consejo -dijo el más mozo-,
Y al comprenderlo siento que el gozo
Llama a las puertas del corazón;
Como el arroyo se trueca en río,
Correr el hombre debe, y con brío
Hacerse grande por la ambición.

-Es buen consejo -dijo pausado
Otro viajero grave y honrado-;
Hay que ser puros para vencer;
Como las fuentes son las criaturas,
Y almas y linfas han de ser puras
Si cual espejos han de esplendor.

-¡Noble enseñanza! ¡Sabio consejo!-
Dijo el viajero caduco y viejo-;
La sed templemos y, en odio al mal,
El bien hagamos con ansia inmensa,
Sin esperanzas de recompensa...
¡Como las aguas del manantial!