Parte 2


El hombre en esto, ya sin esperanza,
Se rinde al golpe, que a parar no alcanza,
Y atónito cruzándose de brazos,
Ve sus obras yacer hechas pedazos:

Desiertos y abrasados paredones
Quedan allí, desolador vacío,
Juguete ya del aquilón bravio,
Sin puertas y sin marcos los balcones,
Bocas de cueva son de aspecto extraño,
Y el horror en su hueco señorea,
Mientras allá en la altura se recrea
Tropel de nubes en mirar el daño.

Vuelve el hombre los ojos
Por la postrera vez a los despojos
Del esplendor pasado,
Y el bastón coge luego de viandante,
Sonriendo tranquilo y resignado.
Consuelo dulce su valor inflama:
El fuego devorante
Le privó de su próspera fortuna:
Mas cuenta y ve que de las vidas que ama
No le faltó ninguna.

El líquido en la tierra se ha sumido,
El molde se llenó dichosamente:
¡Ojalá a nuestra vista se presente
Obra que premie el arte y el afán!
¿Si el bronce se ha perdido?
¿Si al molde ha perecido?
Nuestras fatigas esperanza dan;
Mas ¡ay! ¡si destruidas estarán!
Al seno tenebroso
De la próvida tierra confiamos
La labor cuyo logro deseamos.
Así pon fe sencilla
Confía el campesino laborioso
Al surco la semilla,
Y humilde espera en la bondad celeste
Que germen copiosísimo le preste.
Semilla más preciosa todavía
Entre luto y lamentos se le fía
A la madre común de lo viviente;
Pero también el sembrador espera
Que del sepulcro salga floreciente
A vida más feliz y duradera.
Son pausado
Funeral
Ha sonado
En la torre parroquial.
Y nos dice el son severo
Que un mortal
Hace él viaje lastimero
Que es el último y final.
¡Ay, que es la esposa de memoria grata!
¡Ay, que es la tierna madre, a quien celoso
El rey de los sepulcros arrebata
Del lado del esposo,
Del cerco de los hijos amoroso,
Frutos lozanos de su casto seno,
Que miraba crecer en su regazo,
Su amante corazón de gozo lleno
Roto ya queda el delicioso lazo
Que las dichas domésticas unía.
La esposa habita la región sombría;
Falta al hogar su diligente brazo
Siempre al trabajo presto,
Su cuidado, su aliño;
Falta la madre, y huérfano su puesto,
Lo usurpará una extraña sin cariño.

En tanto que se cuaja en sus prisiones
El vertido metal, no se trabaje,
Y libre, como el ave en el ramaje,
Satisfaga su gusto cada cual.

Si al toque de oraciones,
Libre de obligaciones
Ve los astros lucir el oficial,
Sigue el maestro con tarea igual.

Cruza con ágil pie la selva espesa.
Gozoso ya el peón, bien cual ausento
Que al patrio techo próximo se siente.
Abandona el ganado la dehesa,
Y en son discorde juntan
El cordero su tímido balido,
Y el áspero mugido
La lucia vaca de espaciosa frente,
Caminando al establo que barruntan.
A duras penas llega
Atestado de mies a la alquería
Bamboleando el carro; y en los haces
Una corona empínase y despliega
Colores diferentes y vivaces,
Fausta señal de que empezó la siega.

El pueblo agricultor con alegría
Se agolpa al baile y al placer se entrega.
La ciudad mientras tanto se sosiega,
Según desembaraza
El gentío las calles y la plaza,
Formando, en amigable compañía,
Las familias el corro de costumbre,
Ya en torno de la luz, ya de la lumbre.
Cierra la puerta de la villa el guarda,
Y ella cruje al partir del recio muro.
La tierra se encapota en negro manto;
Pero el hombre de bien duerme seguro.
No la sombra nocturna lo acobarda
Como al vil criminal, ni con espanto
Pesadilla horrorosa lo desvela;
No de reposo regalado y puro
Disfruta la virtud: un centinela,
La previsora ley, su sueño vela.
¡Preciosa emanación del Ser Divino,
Salud de; los mortales, Orden Santo!
Mi labio te bendiga.
La estirpe humana que a la tierra vino
En completa igualdad, por ti se liga
Con vínculo feliz, que sin quebranto
Guarda a todos su bien. Tú solo fuiste
Quien allá en la niñez de las edades
Los cimientos echó de las ciudades:
Tú al salvaje le hiciste
Dejar la vida montaraz y triste:
Tú en la! grosera prístina cabaña
Penetraste a verter el dulce encanto
Que a las costumbres cultas acompaña;
Tú creaste ese ardor de precio tanto,
Ese, amor de la patria sacrosanto.

Por ti mil brazos en alegre alianza
Reconcentran su fuerza y ardimiento,
Y a un punto dirigida su pujanza,
Cobra la! industria raudo movimiento.
Maestro y oficial en confianza
De que les da la libertad su escudo,
Redoblan el ardor de sus afanes;
Y cada cual contento
Con el lugar que conquistarse pudo,
Fieros desprecian con desdén sañudo
La mofa de los ricos haraganes.
Es la fuente del bien del ciudadano,
En su honor el trabajo y su ornamento.
¡Gloria a la majestad del soberano!
¡Gloria al útil sudor del artesano!


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