EL SUEÑO DEL ESCLAVO - Longfellow


La siguiente poesía de Longfellow, con su conmovedor desenlace, es de las más inspiradas que produjo el egregio poeta norteamericano. El infeliz esclavo negro arrancado de su país y familia para trabajar duramente en extraños climas, sueña con las magnificencias y amores de su África; y este delicioso sueño halla en la muerte una mano piadosa que evita el doloroso despertar a la tan temida esclavitud.

Junto al arroz no recogido,
Con la brillante hoz en la mano,
Desnudo el pecho, y los cabellos
Dentro la arena sepultados,
Duerme rendido de fatiga,
Y otra vez sueña el pobre esclavo.

Ve de su patria el ancho Nilo
los floridos, bellos campos
Donde una vez, bajo las palmas,
Un rey de allí salióle al paso,
las errantes caravanas
Que de los montes van bajando.

Y se imagina de sus hijos,
Que tanto adora, estar al lado,
que le besan las mejillas,
que lo cogen de la mano,
una gran lágrima de fuego
Rueda a la arena, de sus párpados.

Después, en rápido galope
Corre del Níger a lo largo,
Forman la brida anillos de oro,
marcialmente, a cada salto,
Suena la vaina de su acero
del corcel hiere los flancos.

Vuelan ante él los fenicópteros
Cual roja enseña en el espacio,
Y son su guía, hasta que llega
Do el tamarindo crece ufano:
Se ven de Cafre las techumbres.
Y el mar, sereno y azulado.

Llega la noche, el león ruge,
Las hienas aullan en sus antros,
El cocodrilo audaz se oculta
Entre los juncos, asustado,
Y un gran redoble de tambores
Oye en sus sueños el esclavo.

De libertad un himno ardiente
En la floresta alzan los pájaros,
Y hasta el simún, en el desierto,
Se abre tan libre y fiero paso,
Que él se estremece y se sonríe
De vivo gozo al escucharlo.

Ya no herirá más sus espaldas,
Del capataz el fiero látigo;
Ni sentirá el calor ardiente:
Pues fue su sueño su descanso.
Que en él la muerte bienhechora 
Quebró los grillos del esclavo.