ATENAS Y PALMIRA - José María Heredia


Los recuerdos gloriosos de Atenas y las ruinas desoladas de Palmira (hoy miserable aldea y en otro tiempo ciudad poderosa de la Palmirene), despiertan en José María Heredia los sentimientos que expresan los siguientes versos.

Al contemplar las áticas llanuras
En la serena cumbre del Himeto,
Espectáculo espléndido se goza.
Vense grupos de palmas, que otro tiempo 
Oyeron de Platón la voz divina,
Y entre masas brillantes de verdura
Alza el olivo su apacible frente,
Cubre la viña el ondulante suelo
De esmeraldas y púrpura, y los valles
En diluvio de luz el sol inunda:
Entre tantas bellezas majestuosa
Con marmóreo esplendor domina Atenas,
En sus dóricos templos y columnas
Juega la luz rosada,
Y con mágica tinta
El contorno fugaz colora y pinta.
¡Cuadro admirable y delicioso!
Empero Goza placer más puro y más sublime
El solitario y pensador viajero
Que a la luz del crepúsculo sombrío,
Entre un océano de caliente arena,
Contempla el esqueleto de Palmira
De alto silencio y soledad cercado.
¡Desolación inmensa! El obelisco,
Cual noble anciano, se levanta al cielo
Con triste majestad, y el cardo infausto
Brotando en grietas de marmóreo techo,
Al viento sirio silba. En los salones
Do la elegancia y el poder moraron,
Hoy la culebra solitaria gira.
En el suelo de templos quebrantados
Crecen los pinos, y en las anchas calles,
Que antes hirvieron en rumor y vida,
Se mira ondear la hierba silenciosa.
Doquier yacen columnas derribadas
Unas sobre otras, y en la gran llanura
Incontables parecen los despojos
De la grandeza y del poder pasado.
Arcos, palacios, templos y obeliscos
Forman un laberinto pavoroso
En que inmóvil se asienta
El silencioso genio de las ruinas,
Y altas verdades, máximas divinas,
De su frente el dolor al sabio cuenta.