AL SUEÑO - Julio Zaldumbide


El sueño “amigo de la paz y la inocencia”, huye de las moradas donde habitan los cuidados punzadores, los remordimientos del crimen, las inquietudes de la ambición y las desdichas de la adversidad, tal dice Julio Zaldumbide, poeta ecuatoriano (1833-1887). en esta bella poesía.

En otro tiempo huías
De mis llorosos ojos, sueño blando,
Y tus alas sombrías
Lejos de mí batías,
El vuelo en otros lechos reposando.

A aquel lecho volabas
En que guardan la paz las mudas horas,
Y el mío abandonabas.
Porque en él encontrabas 
En vigilia a las penas veladoras.

Donde quiera que miras
Lecho revuelto en ansias de beleño,
En torno del no giras;
Antes bien te retiras, 
Pues de las penas te amedrenta el ceño.

Y así huyes la morada
Soberbia de los reyes opresores,
Y envuelto en la callada
Sombra, con planta alada
A la chozuela vas de los pastores.

Del infeliz te alejas;
Con su dolor en lucha tormentosa
Solitario lo dejas;
No atiendes a las quejas
Y sólo atiendes a la voz dichosa.

Enemigo implacable
De cruel dolor y criminal conciencia,
De voz inexorable.
Y compañero amable
Y amigo de la paz y la inocencia...

Si en otro tiempo huías
De mis cansados ojos, sueño blando,
Y las alas sombrías
Lejos de mí batías.
El vuelo en otros lechos reposando,

Ahora al mío te llegas
Solícito, sin fuerza y sin ruido;
Ya a mis ojos no niegas
Tu beleño, y entregas
Mis sentidos a un breve y dulce olvido.

Las que no se apartaban
Penas insomnes de mi lado, oh sueño;
Las que siempre velaban,
Ésas que te ahuyentaban
Con su torvo, severo y triste ceño,

Volaron ya; despierta
Miras en su lugar la paz ansiada;
Libre quedó mi puerta,
Y ya no ves cubierta
De espinas dolorosas mi almohada.

Mi conciencia no grita
Para ahuyentar tu asustadizo vuelo.
Ni la ambición me irrita.
Ni mi pecho palpita
En pos de alguna vanidad del suelo.

Desde este mi sereno
Retiro escucho el rebullir del mundo,
A su tumulto ajeno,
Como si oyese el trueno
Que retumba en remoto mar profundo;

Y digo: ya agitaron
Las ondas de ese mar mi barco incierto;
Los vientos lo asaltaron,
Sus velas se rasgaron;
Mas llegó salvo a este abrigado puerto.


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