EL ESFUERZO - Emilio Verhaeren


Los héroes anónimos del trabajo, los obreros del progreso, que a fuerza de músculo y tenacidad han sometido la Naturaleza a la voluntad del hombre, tienen en el vigoroso, fuerte y sonoro poeta belga Emilio Verhaeren (1855-1916), un cantor entusiasta y de vibrante inspiración.

Grupos de trabajadores, febriles y jadeantes,
Que a lo largo de los tiempos, pasando, os alzáis gigantes,
Llevando en la frente el sueño de las útiles victorias;
Torsos cuadrados y duros, firmes y fuertes presencias,
Marchas, avances, retrasos, esfuerzos y violencias.
¡Qué líneas fieras y ufanas de intrepidez y de gloria
Trágicamente inscribís vosotros en mi memoria!

Mocetones de los rubios países, los conductores
De los troncos y los carros pesados y trepidantes;
De los bosques olorosos los bermejos leñadores,
Y tú, labrador antiguo de los pueblos albicantes,
Que no amas sino los campos y sus caminos livianos.
Y que arrojas la semilla con la amplitud de tus manos,
Primero al aire, ante ti y hacia la luz, donde yerra
Porque en ella viva un poco antes de caer en tierra;

Y vosotros, marineros, que al mar emprendéis los viajes
Bajo las altas estrellas, las noches, con simples cánticos.
Las noches, cuando las velas hinchan los vientos atlánticos
Con los mástiles vibrando y el albor de los con Vosotros,
Descargadores, que en los anchos hombros, solos.
Vais cargando y descargando en los muelles los navíos
Que se alejan y se alejan bajo los soles bravíos
Y desdeñando las olas hasta el confín de los polos;

Y vosotros, buscadores de alucinantes metales
En las llanuras de hielo y en las nieves boreales,
Allá en los países blancos, cuyos fríos invernales
Os hacen un cepo inmenso que bruscamente os encierra;
Y vosotros, los mineros que camináis bajo tierra
Arrastrando vuestros cuerpos, la lámpara entre los dientes,
Hasta el carbón que en las vetas esuechas e inconsistentes
Cede a vuestro solitario y obscuro esfuerzo de guerra;

Y batidores de hierro y forjadores de aceros,
Rostros de tinta y de oro, la sombra agujereando,
Y musculosas espaldas contrayendo y dilatando,
En torno a los grandes yunques y a los enormes braseros;
Laminadores obscuros de unas obras eternales,
Fin que va de siglo en siglo creciendo siempre más vasto,
Sobre los pueblos de horror, de miserias y de fasto,
Yo os siento en mi corazón potentes y fraternales!

¡Oh, esa bárbara labor, áspera, tenaz, austera.
En los llanos, en los mares, en el fondo de los montes,
Remachando las cadenas y sus nudos por doquiera,
De uno a otro confín del mundo juntando los horizontes!
¡Oh, la audacia de los gestos en sombra o en claridad!
Esas manos siempre ardientes; los brazos nunca reacios.
Esas manos y esos brazos que a través de los espacios
Se juntan para sellar la domada inmensidad
Con la marca del abrazo y del poderío humanos,
Creando de nuevo los montes y los mares y los Llanos,
Según otra voluntad...