Dioclesiano, el tirano que intentó destruir el cristianismo


Sucesivamente y durante los cien años posteriores, hubo muchos emperadores, algunos de los cuales reinaron no más que cortos meses o aun semanas. Solamente dos o tres gobernaron durante diez años. Siempre que ocurría la muerte de un emperador -muchos fueron asesinados-, se acostumbraba nombrar para sucederle a dos o tres generales proclamados por las tropas en las diversas partes del imperio en que éstos ejercían su mando, lo que motivaba frecuentes guerras civiles.

Al terminar el siglo, un soldado llamado Diocles, nombre que él mismo cambió en Diocleciano, logró hacerse nombrar emperador; es famoso por haber sido el último de los emperadores que intentaron acabar con el cristianismo, que entonces había llegado a ser bastante grande y poderoso para enseñorearse del espíritu de la gente. La persecución ordenada por Diocleciano fue la más cruel que sufrió la cristiandad.

Cuando Diocleciano juzgó que su misión en Roma estaba cumplida, abdicó; mas falló el plan que había trazado para proveer a la elección del nuevo emperador, y así hubo otra contienda entre los jefes de las diferentes partes del imperio, pues temía cada uno perder su mando si no llegaba a ser emperador. Fue vencedor Constantino el Grande. La batalla en que derrotó a su rival más poderoso es llamada batalla del puente Mílvio, y esta victoria fue también la victoria del cristianismo.