Platón y Aristóteles, maestros de los sabios de Atenas


Entre el tiempo de Pericles y el de Alejandro, vivieron tres de los hombres más sabios que ha habido en el mundo. El primero fue Sócrates, que nació justamente cuando Pericles alcanzaba gran popularidad en Atenas; el segundo, Platón, y el tercero, Aristóteles. Todos ellos fueron filósofos, esto es, “amantes de la sabiduría”, según la etimología de la palabra. Dábase este nombre a los sabios que se consagraban al estudio de la verdad y de la moral, desdeñando los honores, y enseñaban a la plebe la manera de pensar debidamente; arte, aun hoy día, más difícil de lo que muchos creen.

Las enseñanzas de Platón y de Aristóteles se hallan contenidas en numerosos libros; pero Sócrates no dejó ningún escrito; sin embargo, podemos decir que los principios de virtud y moral que él enseñó a los jóvenes de Atenas han pasado a nuestros días con la misma frescura del momento en que los expresó por primera vez. Sócrates fue esencialmente un maestro, por la sinceridad con que enseñó, por el amor que profesó a sus discípulos y por su absoluta fidelidad a la verdad.

Él enseñó que lo primero que el hombre debía saber era el conocimiento de sí mismo. Es decir, tratar de conocer lo bueno y lo malo, y practicar lo primero, aun a costa de sacrificios. Aconsejaba dejar de lado todo lo superfluo, y contentarse con lo necesario. Cuando se paseaba por las calles de Atenas en compañía de sus discípulos, al ver las tiendas llenas de objetos, solía exclamar: “¡Cuántas cosas hay que no necesito!”

Sócrates empleaba un método de enseñanza sumamente ameno y original, pues en realidad se trataba de una conversación con sus discípulos, en la que, por medio de preguntas y respuestas, los llevaba hacia un conocimiento nuevo. Es lógico pensar que un hombre como éste inspiraría la admiración y la gratitud de sus alumnos; dos de ellos, Platón y Jenofonte, nos han dejado detalles de la vida de su maestro, el cual supo hacer olvidar la fealdad de su figura con la luminosa belleza de su alma verdaderamente grande.