Dos amigos salvan a Grecia de la tiranía de Esparta


A dos hombres se debió esta supremacía de Tebas: Pelópidas y Epaminondas, amigos muy entrañables, pero principalmente al segundo. Era Pelópidas hombre de: gran fortuna, generoso y militar aguerrido, cualidades todas que le granjearon la estima general. Epaminondas, por el contrario, era pobre.

No obstante, fue este último el que más hizo, pues olvidando la grandeza personal se consagró de lleno a procurar el engrandecimiento de Tebas, no en beneficio exclusivo de este Estado, sino para que así la ciudad de Tebas pudiese merecer bien del pueblo heleno. A este fin adiestró de tal modo su cuerpo y su espíritu, que llegó a tener feliz éxito en todas sus empresas; ora persuadiendo a sus compatriotas con elocuentes discursos, ora preparando un ejército y capitaneándolo en la guerra y dominándose a sí mismo. Así, cuando los tebanos los eligieron a él y a su amigo Pelópidas como jefes, desafió al ejército espartano, cuyos soldados eran tenidos por invencibles, y valiéndose de su habilidad estratégica, los venció en la batalla de Leuctra, a pesar de ser aquéllos mayores en número. Consiguieron asimismo los tebanos libertar a los Estados de la tiranía espartana, que Epaminondas combatía incesantemente. Diose finalmente la gran batalla de Mantinea, en que Esparta resultó derrotada. En este combate y a la hora de la victoria, recibió Epaminondas una herida mortal, y tan grande fue el dolor que experimentaron sus soldados al perder a su general, que no se cuidaron de perseguir a sus enemigos. Nadie después de él supo continuar su obra como hombre de Estado ni siquiera como general, de suerte que prosiguieron como antes las luchas y rivalidades de los griegos.