San Bernardo: Cómo se suscitó la segunda cruzada


El hombre que animó entonces a los príncipes de la cristiandad a tomar parte en la guerra fue Bernardo de Claraval, varón sabio y elocuente y en gran manera celoso. Pero si bien Conrado III, emperador de Alemania, y Luis VII de Francia tomaron parte en la Cruzada al frente de un gran ejército, con todo, a causa de la división de los pareceres y, lo que es peor, a lamentables traiciones, no dio ningún buen resultado este esfuerzo.

Celosos unos de otros, algunos grandes señores dieron adrede falsas instrucciones, y así, cuando los cristianos presentaron batalla, fueron derrotados por los turcos. Bernardo sostuvo que, si el ejército había sido vencido, culpables eran de ello los que propusieron otro fin que la gloria divina, por lo cual Dios no quiso concederles la victoria. En esto el santo juzgaba discretamente. Es muy posible que si él mismo hubiera ido con los cruzados, los habría animado y comunicado un espíritu más noble.

A pesar de todo, aunque la Cruzada no tuvo buen resultado y Edesa hubo de darse por perdida, Balduino de Jerusalén defendió su reino contra los turcos, y aun conquistó la ciudad de Ascalón. Pero avecinábanse para la cristiandad días muy tristes, porque por este tiempo surgió en Egipto, país dominado por los sarracenos, un joven a quien los cristianos llamaron Saladino, y que, nombrado gran visir o primer ministro del Sultán de Egipto, se alzó en breve no sólo con el dominio de este último país, sino con el de Siria. Todos los historiadores convienen en alabar a Saladino como gobernante sabio, justo y valiente y galante caballero, como así lo demostró más adelante.