Los cruzados rechazan a los turcos y conquistan Jerusalén


Al principio, a pesar de la furia del ataque, los cruzados fueron rechazados, y esto les enseñó que el valor, sin táctica, no les permitiría nunca entrar en la ciudad. Construyeron, pues, máquinas de guerra propias para rendirla, arietes y catapultas, capaces de arrojar piedras enormes, pues en aquellos tiempos no se había inventado aún la pólvora. Al fin, después de muchos días, durante los cuales tuvieron que padecer no poco a causa de la sed, renovaron la embestida. Pelearon durante todo el día. y nuevamente fueron rechazados por los sarracenos; mas volvieron al ataque el día siguiente. Dícese que en lo más recio de la pelea, vio Godofredo en el monte Olivote a un caballero que agitaba en el aire un escudo brillante. «¡Mirad! -exclamó el caudillo cristiano- ¡San Jorge ha venido en nuestra ayuda!» A estas inspiradas palabras reaccionó el valor de los cristianos, y al fin lograron escalar las murallas. El primero en llegar a la cima fue Letoldo de Tournay, y el tercero, Godofredo de Bouillon. Batieron a los turcos, y Jerusalén quedó en poder de los cristianos.

La matanza fue terrible y cruel, pues entre los vencedores, dejando aparte a Tancredo, fueron muy pocos los que no creyeron cosa justa matar sin perdonar a nadie, como lo hicieron antiguamente los israelitas con los cananeos. Pero después de la matanza, se encaminaron al Santo Sepulcro para orar y humillarse, y a continuación honraron al promotor de la gran empresa, a Pedro el Ermitaño, de quien nada más volvemos a saber ya en adelante.