La tercera cruzada, con la que marcharon a Tierra Santa príncipes y reyes


Tan pronto como se supo en Occidente que Jerusalén había caído de nuevo en mano de los turcos, se organizó la tercera Cruzada, en la cual tomaron parte príncipes y reyes. Eran entre éstos los más notables el joven Felipe Augusto, rey de Francia, y Ricardo, que a la sazón era heredero del trono de Inglaterra, y mientras se llevaban a cabo los preparativos de la cruzada, llegó a ser rey con el nombre de Ricardo I y el sobrenombre de Corazón de León, con el cual, gracias a su vigor y a su audacia, es conocido en la historia. Pero aun más célebre y poderoso que los reyes de Francia e Inglaterra era el emperador de Alemania, Federico, llamado Barbarroja, a causa del color bermejo de su barba.

Mientras los demás nobles y reyes dirimían sus contiendas o se preparaban para esa tercera cruzada, marchó Federico por tierra al frente de un poderoso ejército, pasó a Asia por Constantinopla, y todo daba a entender que Saladino tendría que habérselas con un temible adversario, cuando Barbarroja murió de súbito, ahogado al pasar el río según dicen algunos o a causa de una violenta enfermedad contraída al bañarse en él, y la mayor parte de su ejército pereció miserablemente, si bien algunos esforzados llegaron a Antioquia y la reconquistaron.

Por este tiempo, mientras Ricardo Corazón de León se detenía en Sicilia, Felipe de Francia y la mayor parte del ejército llegaron por mar a Palestina y se encaminaron a sitiar la fortaleza de San Juan de Acre, en donde los encontró Ricardo más atentos a la cuestión de si debía ser rey de Jerusalén Conrado de Monferrato o Guido de Lusiñán, que a luchar con los sarracenos.