Magallanes es abandonado por algunos de sus compañeros


Todas las exploraciones realizadas en varias leguas y direcciones concordaron en afirmar en el gran navegante la convicción de que se hallaban en la boca atlántica del pasaje. El capitán reunió entonces consejo a bordo. ¿Seguirían navegando hacia el occidente, o regresarían a España con la noticia? Magallanes se hallaba firmemente decidido a continuar la travesía, y de nada valieron las opiniones de algunos mesurados capitanes, entre los que se contaba Esteban Gómez, partidario del retorno en razón del deficiente estado de navegabilidad de las naves de la escuadra. Nadie más osó contradecir al intrépido lusitano, quien no se inmutó cuando se le hizo presente la escasez de víveres; antes bien, respondió que aunque sólo se contase con el cuero de las guarniciones para comer, continuaría su viaje de circunnavegación. No eran expresiones vanas, sino una decisión arriesgada y heroica.

Seguirían, pues. Los tímidos buscaron entonces otra solución, y al mando de Esteban Gómez se embarcaron en la nao San Antonio y, separándose de la flota, pusieron proa al Norte; llegaron a Sevilla el 6 de mayo de 1521, y denunciaron ante la Casa de Contratación a Magallanes, acusándolo de loco y cruel, que llevaba la empresa a la perdición, y que había derramado la sangre de sus compañeros. Las autoridades procedieron con ligereza, condenaron al héroe y persiguieron a sus familiares, en tanto aquél, en lejanas latitudes, muerto o moribundo, daba a España la posesión de las Molucas, más de la mitad de América austral y las Filipinas.

La San Antonio huyó, pero ya no había sombra de duda sobre la existencia del pasaje entre ambos mares.

El estrecho, rumoroso por los bramidos del mar y ensombrecido por los altos acantilados de las márgenes, fue, aunque reino de la soledad, un motivo de alegría para aquellos que se lanzaron a los mares ignotos como los argonautas tras el vellocino de oro. Y respondieron con salvas de artillería a los rugidos del mar. El eco resonó y multiplicó las voces del cañón por los canales, por las tierras distantes que se extendían hacia el Sur, y a las que llamaron Tierra del Fuego, por las muchas fogatas que en la noche vieron sobre ellas.